Era un atardecer como cualquier otro,
lluvia de incógnitas vivas de una prosa oscura,
con estilo subterráneo de escritor perdido,
las páginas se hacían huecas,
unas y otras se acumulaban en el papel,
las silabas detrás de las silabas,
los versos alegres eran los primeros en buscar su regazo.
Los escritores acumulaban sus cenizas,
de tiempos remotos,
reconstruyendo versos antiguos con olor a humedad.
Era un atardecer legítimamente prosaico,
la búsqueda obsesiva de armonía y lirismo es un espanto,
para escritores clásicos,
no para los más jóvenes que gustan más del efecto causado,
que la odiada rima, buscan más lo novedoso y actual,
el verso detrás del acontecimiento en un atardecer cualquiera,
los versos vienen disfrazados de angustias y pesares,
los ves venir con su carga mágica de vida,
la prosa está en sus genes,
en su estilo y en su sangre,
aunque exista un Sistema Capitalista que odie a los intelectuales,
a sus letras y versos, ellos darán su vida construida en papel, cargada de sueños,
haciendo recordar las ideas sublimes, la humanidad no perecerá por los versos.
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