“Hoy puede ser un gran día...” cantaban a coro Ana Belén y esos tres divinos que la acompañaban, por supuesto que con Serrat como el número uno. Puse la música a todo lo que daba el volumen del equipo para que nadie me escuchara y me uní al grupo cantando como si fuera una integrante más. El gusto es mío también, me dije, parafraseando el título del compacto y me voy a dar el gusto de hacer hoy lo que quiera. Estaba sola, los chicos habían viajado con el padre, mi mamá pasaba sus vacaciones en Córdoba, mi vecina de al lado estaba trabajando y los departamentos de arriba y de abajo estaban sin alquilar.
El calor era sofocante así que prendí el ventilador en su máxima velocidad y me saqué la ropa quedándome sólo en bombacha, total, el edificio de enfrente era de cuatro pisos y nadie podría llegar con su vista hasta el noveno en que yo vivía.
...duro, duro, duro con él...seguían cantando y yo pensaba, no pienso atender ni el timbre ni el teléfono y me preparé un licuado de frutas con hielo picado que llegaba hasta el borde de la licuadora y salpicó toda la mesada de la cocina.
Hoy puede ser un gran día y ¡claro que lo va a ser! ¿Cuándo podía yo disfrutar de un día como éste en que no tendría que tender camas, ni lavar ropa, ni preparar comida, ni lavar platos? Con eso me alcanzaba para que fuera un gran día e iba a darle duro. Sería para mí sola.
Me desparramé en el parquet del living con las piernas sobre el sofá mientras seguía cantando a los gritos.
Cuando me cansé de esa postura fui a la cocina y abrí la heladera para ver qué podía comer. Una caja de doce alfajores Havanna de chocolate, que mi jefe en un inusual gesto de generosidad me había traído de Mar del Plata, me hacía señas desde el estante de abajo.
¡Al diablo con la dieta...! dije, hoy puede ser un gran día. Conque le quedaran tres a cada uno de los chicos era más que suficiente y alternando con el licuado me fui comiendo uno a uno los seis alfajores mientras ahora por los parlantes se escuchaba con-ta-mí-na-me, mézclate conmigo... Volví a tirarme en el piso, ahora con un libro que había empezado a leer el año pasado, “Doña Flor y sus dos maridos”, que como era en portugués me costaba mucho entenderlo y ahora, más canchera con el idioma, leía más rápidamente.
De pronto empecé a sentir un pequeño malestar, no sé, sentía frío y de a ratos calor, me empezó a correr una transpiración por todo el cuerpo y salí disparando para el baño mientras ahora por los parlantes se escuchaba “que ahora en mi calle se acabó ...la fiesta’. El compacto se detuvo y un silencio invadió la casa mientras yo en el baño no quería ni siquiera pensar en el licuado y los alfajores.
De pronto el timbre empezó a sonar enloquecidamente mientras al mismo tiempo golpeaban la puerta en forma desesperada. El teléfono sonaba sin parar y yo, sin poder atender ni una cosa ni la otra, gritaba: ¡Quién es...! ¡Quién es...!
-Soy yo- escuché la voz del otro lado de la puerta.
-¡Quién es yo...!!!, vociferaba entre mi descompostura y la desesperación por saber quién era.
-¡Alicia, tonta, quién va a ser!!!- continuaban los gritos.
-¡No te puedo atender!!!
Un silencio sepulcral volvió a invadir el departamento.
Cuando salí del baño, con las piernas flojas y pálida mortal, llamé a Alicia por teléfono.
-Disculpame, Ali, estaba en el baño descompuesta.
-Pero ché, y yo que creí que no podías atenderme porque estabas acompañada.
-¿Pasa algo grave?-le pregunté preocupada.
-Y...sí...quería avisarte que por un número no nos ganamos el viaje al Caribe ¿vos podés creer?
Le corté el teléfono despiadamente. ¿No tenía otra noticia mejor para darme? Mientras, por debajo de la puerta, alguien deslizaba la factura de la luz. Era lo que me faltaba.
El teléfono volvió a sonar otra vez. Atendí.
-¿Cecilia?- dijo la voz del otro lado- ¿qué pasa que no vino a trabajar?
-Si hoy es sábado, señor, qué me dice?
-Cecilia, me parece que usted está enamorada. ¿Cuándo es sábado después de un jueves?
Fue inmediatamente, me di vueltas para ver el almanaque que tenía pegado en la puerta de la alacena y allí me di cuenta de que era verdad.
-Sí, sí, es viernes y qué? No voy nada, sabe? Hoy va a ser un gran día y no me lo voy a perder. Me voy a dar el gran gusto. Espéreme sentado.
-Ah... y sus alfajores, la próxima vez, que se los coma su abuela.
Y me puse a preparar un boldo.
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