De hora en hora.

Se levantó de la mesa, no sin esfuerzo, dio media vuelta, colocó las tazas en el lavavajillas y miró el reloj. Se puso el pinganillo en la oreja cerrando los ojos. Se dejó llevar por la melodía, La Traviata en esta ocasión. Solo la música lo sacaba de la realidad. Cuando finalizó la música, la tomó de la mano y salieron al jardín. Era la hora del sol. Dentro de nada sería la hora de cenar y después la de dormir, hasta la hora del desayuno. Así transcurrían sus vidas, de hora en hora y de la canción al sol.

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