En un minuto subió a mi rostro toda la sangre de mi cuerpo… Temí que notarás aquello y te burlaras de nuevo, como hacías siempre que decías cosas para hacerme sonrojar, pues al parecer eso es lo más divertido que puedes hacerme.
Bajé entonces mi cabeza para ocultar el rojo que me invadía y mil cosas pensé: “Me verá, y se reirá de nuevo”. “Ya tengo para una semana de sus bromas” y luego reflexioné otra cosa que me volvió pálida de pronto: “¿Y si se aleja por esto?”, “¿Y si me deja ahora?”.
Apresuradamente levanté la mirada y busqué tus ojos.
Entonces, tus labios se encontraron de pronto con los míos y ya no pude pensar otra cosa… Solo sentí tu alma estrechando fuerte y emocionadamente la mía.