He pasado algunas noches en vela últimamente…
Trate de mitigar la falta de sueño viendo historias en el reproductor de video, cerrando los ojos para construir una propia o simplemente poniendo la mente en blanco; de más está decir que nada de eso me ha funcionado.
Siempre está el obsesivo pensamiento de que llegará mañana.
Tal vez no lo entiendas: me encanta dormir, pues la inconsciencia sublime del descanso me aleja de mis problemas y mis infelicidades. Tal vez por eso se me ha puesto difícil la cuestión.
Unas noches quiero buscar mis recuerdos felices –ya muy gastados por cierto- y otras busco crear nuevos escenarios para vivirlos. Tantas veces he fabricado un montón de retratos propios que a veces me cuesta reconocer el verdadero.
Sueño mucho despierta. A veces me sorprende el frío matinal y la malva luz del sol en la cara cuando estoy construyendo un mundo diferente y ajeno. Otras me levanto tarde y apresurada porque el descanso llegó a su fin, y siento el cuerpo pesado y malhumorado pues no llegó éste a concretarse.
Que aburrido hablar del insomnio, sé que estarás pensando. Sin embargo, lo hago para no ahogarme en mi angustia.
El día, aunque luminoso, me representa mi soledad y me recuerda cuando estabas a mi lado. Lo sé… dirás que nunca te fuiste, pero yo responderé que partiste hace mucho…
¿Recuerdas acaso la última vez que me viste dormir y besaste mi frente?
Mi memoria ha gastado esa reminiscencia hasta quitarle su esencia.
Y que decir de las conversaciones que sostuvimos, de ellas no queda un rastro. A cambio, cada mañana antes de ir al trabajo veo un extraño que desayuna a mi lado pero que sólo dos palabras musita: “Hasta pronto”.
No es esta una recriminación, por lo menos no pretende serlo. Más el saber que algo hubo entre dos personas muy diferentes, algo que pensé extraordinario, me lleva a preguntarme “¿Qué ha pasado?”
Por eso, el día transcurre lento, y las horas pueden pesar tanto como supongo sienten los reos en sus cárceles. Y cuando llega la noche y ambos estamos en casa busco la forma de acercarme… Entonces una fría mirada me detiene, el “quieres algo” que sale de tu boca me hiela la sangre y ya no puedo hacer nada… Es cuando me refugio en mi lecho, en soledad completa, rogando al sueño que me salve de nuevo, que me invada y me aleje de este horrible sitio, pero el ingrato no viene.
Entonces, cuando la noche es más oscura, cierro los ojos convencida de que será de nuevo insomne, sabiendo que sólo lo hago para no verte dormir, tan tranquilo como nunca, tan lejano como siempre.
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