Impregnados por el boom tecnológico y empapados por los caudales de la información, la Generación Y enfrenta al mundo con los auriculares de sus Mp3 puestos, con un celular en el bolsillo y con cierta actitud de desinterés. Los jóvenes nacidos a fines del siglo XX han tenido y tienen el beneficio de la tecnología y la velocidad. Es por aquello que esta generación desafía al mundo, pues el fácil acceso al conocimiento les da un poder que los hace sentir superiores.
Si bien es cierto que la globalización y la revolución tecnológica han cambiado los parámetros, los valores y las costumbres, ocurre muchas veces que este tipo de cuestiones se generalizan. Aun, por lo menos en los países subdesarrollados, el alcance a los nuevos productos de la sociedad de la información no está totalmente homogenizado. Al existir tan importantes diferencias sociales, este tipo de procesos no se encuentran democratizados.
Por otro lado, la Generación Y, es frecuentemente caracterizada de materialista y superflua, lo cual es lógico si se razona en el fuerte impacto visual que desborda los medios de comunicación. Sin embargo, no todo se acerca a los extremos. Aun existen los valores de rasgos más profundos que van más allá de las superficialidades.
No todas las características de esta nueva generación son desesperanzadoras y de carácter negativo. No todos los jóvenes de hoy en día se aíslan del mundo en sus pantallas y olvidan la lectura, la comprensión y reflexión. Si bien mantienen un espíritu crítico con el mundo, no siempre es destructivo. Muchos aportan, buscan y apuestan por mejorar sus entornos, la sociedad e incluso, el mundo. Aun permanece viva la esperanza.
Luego de aquella Generación X, que tan eficientemente decodifico D. Coupland, aquella dolida con la resignación y escondida bajo los efectos de las drogas y la música, una nueva generación hace frente al sistema, y alumbra, por momentos, la posibilidad de cambio.
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