Apenas Abdel Gabrich Doménech cruzó la estrecha calle de piedras, encontró un punto sin retorno; expectantes, ardientes, cinco puertas bloquearon su camino. Oriente y Occidente, Norte, Sur, Cielo y Subsuelo, y amores y miedos y ya no ser y seguir siendo... Cada puerta entreabierta, en cada una de ellas una advertencia: que de aquí no se vuelve; y que Ud. es quien elige; y que no queda nada mas, al menos por ahora. Abdel, golpeó la mas cercana, la de su lado derecho y al frente, y de allí, una voz suave replicó que no temas, que puedes contar conmigo, que aquí estaré, que así será mientras viva... Mas, la interrumpió una voz ronca, segura, que provenía de la puerta izquierda, a sus espaldas; No puedes entrar en esa puerta, pues el amor es solo la promesa de una intención que no puede durar, y tu lo sabes... ¡Calla!, bramó con estrépito una voz imperial y poderosa, surgida de la puerta posterior derecha, que era imposible diferenciar de su par izquierda; Que tus certezas son mentiras y mis promesas camino: el único, el verdadero... ¿Y que pretendes?, gimió la puerta del frente, la del lado izquierdo: ni debes entrar, ni debes seguir... aquí tienes el vació, todos los ecos de todo lo que haz querido y se ha perdido... ¡No pierdas el tiempo! pues ya no lo tienes... sentenció la puerta frontal, la del medio, la mas nebulosa de todas; y entra de una vez... que este es un camino sin promesas, que existe solo para ser recorrido... Abdel colocó las manos en los bolsillos y cruzó el umbral de esta última puerta... |