Martín la vio alejarse y sintió que su corazón dejaba de latir, quiso llamarla más los sonidos no salían de su boca, quiso correr y quedó paralizado. Su vista comenzó a nublarse empañada por las lágrimas sintió un sudor frío que recorría su cuerpo y sus brazos caían sobre sus laterales como plomo imposible articular algún gesto, no podía extender sus manos intentando alcanzarla.
Un instante, un minuto un siglo...perdió todo contacto con la realidad y por su mente pasaron uno a unos los momentos a su lado, como un cortometraje con la recopilación de los detalles más bellos, más intensos, más tiernos, más sublimes.
Julia lo cautivó con su espontaneidad, se detuvo en su sonrisa, en el brillo de sus ojos, detalles que siempre tenía presentes, jamás la vio con el ceño fruncido o enojada, nunca levantó su tono de voz, aunque era de hablar sereno tenía la vocesita chillona pero con una entonación tan particular, llena de dulzura, que la hacía única.
Recordó la primera cita, plantado una hora en la esquina de Rivadavia y Sanabria, cansado de esperarla decide irse y oh sorpresa!!!, ella pasaba por la vereda de enfrente en sentido contrario. Ambos se miraron se cruzaron, se abrazaron y al unísono dijeron
- Hace mas de una hora....que?!!! – rieron hablaban al mismo tiempo.
Confusión ella estaba en la esquina de Segurola y Rivadavia una cuadra antes, Martín la había citado ahí y se confundió de esquina.
Desde ese día no se separaron, hasta esa tarde de abril, era su aniversario número quince, quince años a su lado, quince años de felicidad, quedaron en encontrarse en la misma esquina, a la misma hora. Esta vez no había forma de equívoco sin embargo él llegó tarde a la cita, no se cruzaron.
Julia intentó comunicarse al celular y atendía su contestador, miraba su reloj inquieta, se dirigió hacia la esquina de Sanabria y se marchó.
Antes de subir al colectivo volvió la mirada hacia el lugar y sintió un escalofrío, sus ojos se vitrificaron por las lágrimas que querían aflorar, sintió una fuerte opresión en el pecho.
Al llegar a su casa, lo buscó en cada rincón, no lograba entender por que le hacía esto...
De pronto llaman a la puerta, al abrir un oficial de justicia pregunta si el señor Martín Aguilar vive ahí.
- Si, soy su esposa –contesta desconcertada.
- Lo lamento señora, su esposo falleció de un paro cardiorrespiratorio.
- Disculpe usted debe estar confundido, no es posible....
- Acompáñeme al hospital, por favor a reconocer el cuerpo.
Julia negaba lo que estaba sucediendo, más en su fuero íntimo sabía que esa era la razón para que Martín no acudiera a su cita.
Llegaron al hospital,al entrar a la morgue,temblaba, descubrieron el cuerpo, asintió con la cabeza y pidió un momento a solas con él. Se acercó acarició sus cabellos y sonrió con ternura, tomó sus manos y en una de ellas había un papel estrujado, lo agarró y lo guardó en su bolsillo. Lo besó suave con besitos cortitos como a él le gustaba, sintió el olor tan particular de su piel aún tibia y solamente esbozó un “te amo”.
Salió en silencio, se dirigió hacia la esquina de la cita, caminó en sentido contrario esperando verlo, aún lo sentía, - no es posible – se decía.
Metió sus manos en los bolsillos y extrajo de uno de ellos el papel que había tomado de la mano de Martín, lo alisó y leyó:
Amor no falté a la cita, estaba esperando en nuestra esquina, no sé que pasó ví que te alejabas, quise correr, llamarte y no pude. Espero verte en casa. Te amo.
Estrujó el papel contra su pecho, respiró hondo, sintió que el viento la abrazaba demasiado cálido para esa fecha.
Sonrió y dijo – vamos a casa al final viniste a buscarme.
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