Los tres aspectos del tiempo
De repente se me antoja que las agujas del reloj son los alfileres de un demiurgo.
Así, sus agudos zarpazos son el suplicio de ser un poco mas y no extinguirse tan pronto, expresado en un grito de agonía, del instante que acaba de pasar, de manera que, inexorablemente, su paso desintegra y al mismo tiempo construye el pasado de un orgulloso y viejo pedazo de humanidad, que sentado en su sillón favorito disfruta su vida de holgazán.
Desarrolla el demiurgo su loable tarea mientras el geronte sigue apoltronado fijando la vista en un punto no determinado ubicado en algún lugar perdido en las difusas aguas de la memoria.
Recordaba cosas inútiles alojadas en la papelera de reciclaje de su derruido cerebro de cabotaje, más bien intentaba recordar, pues a su edad, lo que pasó o no, habita las desdibujadas fronteras de lo realmente acontecido.
Pero hete aquí, que el Sr. Reloj, que oficia de guarida del demiurgo, poco a poco se queda sin baterías y denodadamente intenta escaparse de su inevitable jaula corporal.
Una ventana se abre misteriosamente y le insufla renovada vida al ambiente, ya rancio y mal oliente pues a veces la senectud es amiga del mal olor.
El demiurgo ya logra respirar, y cansado de este lugar logra por fin escapar.
Su misión acaba de finalizar.
La continuidad del tiempo se manifiesta en tres hechos que ofician de punto de referencia para medir su paciente y eterna marcha: El tic-tac del reloj cu-cu, el goteo de una canilla mal cerrada y el caer de una hoja que anuncia el arribo del otoño, así se presenta cronos, mientras se ríe de nuestra finita condición .
AZM
MMVI
|