Podríamos decir que sí, que tenía un gran problema la pobre gorda gris. De hecho, podríamos decir que tenía el mayor de los defectos, el defecto nuevo, el que nunca nadie de nuestra especie había poseído.
Cómo decir eso, cómo saber si era innato de ella, o lo adqurió ahí, interactuando con ese ambiente déspota, decadente y falso. Sí... sabemos que es falso, pero ella no lo sabía. Por lo demás, ni siquiera estamos seguros de que aquellos degradantes artefactos hayan influenciado en su interior y transformaran su principal esencia. Así que no los culpemos antes de tiempo, primero averigüemos qué la llevo a pensar de ese modo. Por favor, permanezcan en silencio, o bien, hablen de a uno, que si no no llegaremos a nada... a nada... como ésos... ¡Está bien, silencio! Esto no es una juerga, es un juicio que debemos terminar, una reflexión que a todos nos concierne, porque si bien estamos convencidos de que a nosotros no nos ocurrirá ese escalofriante suceso, debemos cuidar y prevenir a las futuras generaciones... ellas no están a salvo.


Yo no concuerdo con ustedes, para mí ellos han sido unas buenas personas... ¡No me interrumpan! Si de verdad quieren escuchar lo que pienso, no deben censurar los términos con que me refiero a ellos... las personas. Hubo un tiempo en que yo estaba fría, solitaria, y no me vengan con que ustedes siempre estuvieron a mi lado, a no ser que lo que quieren decir es que permanecieron inmóviles a mi alrededor, sin palabras ni contacto alguno que me permitiera sentirme...


¡Nunca le perdonaremos sus palabras! ¡Que se vaya, fuera de aquí! Pudiste ser la más reluciente y redonda, pero no, elegiste quemarte, oxidarte y convertirte en la esclava de mil manos que te queman con sus poros y sus fuegos.


Los ardores que ellos me dedican los prefiero a su triste calidad de muerte a la que ustedes pertenecen, triste raza de artefactos (porque sí, ustedes son los artefactos) sin sentimientos, no saben cuánto me apena que no conozcan las penas, tan bellas, deliciosas, tan quemantes las lágrimas me recorren por dentro cuando ellos me dan todo su fuego, y como arrepentidos (claro que no saben lo que es eso, ustedes) luego, me agarran tibias sus falanges y me abrazan y se beben todos mis sollozos, mis sollozos insípidos endulzados y aderezados con lo que ellos sientan adecuado a mis lamentos.