Luego de diez años arduos de lucha integracionista, el Comandante y Presidente absoluto de la Gran Colombia estaba a punto de realizar un discurso que dejaría perplejo a sus seguidores. Ese día no llevaba puesta la acostumbrada indumentaria militar que lo había caracterizado como un daguerrotipo de Simón Bolívar. Ni la casaca, ni las botas, ni la espada que siempre ceñía orgulloso en su cintura. Solo llevaba puesto una boina y un suéter de color rojo. Su discurso tuvo lugar en la devastada y sombría ciudad de bogota, ante una multitud de haraposos que escasamente poseían las fuerzas y el aliento para mantenerse de pie.

-Camaradas me complace saludarlos. Me llena de satisfacción que a pesar de la llovizna incesante que hoy se cierne sobre nuestra ciudad, ustedes se hayan reunido para escuchar a su amado comandante. Tal vez les parezca extraño que hoy no vista con las ropas del prócer, como lo he hecho en los últimos diez años y que no arribe jineteando a mi buen caballo Pastor, icono de nuestra lucha expansionista. Lucha que iniciamos en base a nuestros pensamientos revolucionarios, lucha perenne que ha permitido que cinco naciones distantes se transformen en una sola, en esa Gran Colombia que todos habíamos deseado. Fue una tarea difícil convencer a los pueblos de nuestro continente las ventajas que proporcionaba la sublime integración; en algunos fue necesario emplear la fuerza como en Colombia o Perú, en donde solo a través de las armas pudimos doblegar y exterminar a la resistencia, otros pueblos fueron menos reacios y a través de vías políticas nos concedieron el poder absoluto sobre sus territorios -Hizo una pausa para masticar una hoja de coca y prosiguió.

-Hoy es un día cumbre para nuestros ideales expansionistas porque he decidido superar la labor hecha por Simón Bolívar, él tan solo unifico y libertó cinco naciones pero yo, su comándate, unificara todo el continente; desde Tierra de Fuego en Chile hasta la Guajira todo será un mismo territorio liderado y presidido por mí, el mas grande prócer de la historia.

Nadie aplaudió. Se hallaban desconcertados. Siempre habían creído que el mayor prócer de la historia era el Liberador y que la lucha que habían emprendido era inspirada en sus ideales, y además estaban convencidos que la actual Gran Colombia (como la llamaba el comandante) estaba muy lejos de parecerse a lo que ellos habían soñado. El comandante abismado por el silencio, aumento el tono de sus declaraciones.


-Nadie que habite en la Gran Colombia volverá a nombrar a ese pusilánime y conformista que no vislumbro la posibilidad de unir al continente en una nación, sino que se conformó con unos cuantos kilómetros de tierra, que no supo mantener lo que había conquistado permitiendo que el fruto de su lucha se disolviera. He dado ordenes al ejercito para que inicie inmediatamente una incursión en territorios brasileños, ¡arriba camaradas que viva la revolución!”.

Todos se hallaban turbados. No deseaban mas guerras, ni muertes, solo anhelaban volver a poseer lo que habían perdido durante la lucha.

Nadie proclamo un ¡viva! por el contrario solo se escucharon voces de protesta y reclamos, algunos comenzaron arrojar objetos, otros a pronunciar injurias; la turba enardecida pedía la cabeza de su líder. El comandante impávido regreso a su guarnición mientras les daba órdenes a sus soldados para que dispersaran a la multitud.

Luego de tres horas de violentos enfrentamientos solo un hedor a muerte reinaba en las calles.

18 de Enero 2008