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Fergus, el Duende…

La luna iluminaba el bosque otorgando tonos plateados, a la hierba, a la copa de los árboles, al camino, en fin, a toda la aldea…Fergus, el duende verde, inquieto y curioso, deambulaba tranquilamente, sin mas pensamientos que los alusivos a nuevas travesuras para el siguiente día, en compañía de sus amigos, los otros duendes. Era típico, por ejemplo, observar las redes de Fergus y sus amigos girando y deslizándose de aquí para allá, buscando atrapar hermosas mariposas, que luego dejaban en libertad. Era solo un juego...Fergus amaba a los animaliros del bosque y no les hacía daño intencionalmente, todo era un simple juego y nada mas....Los jóvenes solo piensan en divertirse…eso decía el rey de los duendes, habitante de la colina inserta en medio del bosque, donde tenía su castillo, perdido allí entre la niebla y prohibido para todos los demás duendes, hadas, elfos y animalitos del bosque. Nadie podía subir la colina y el castigo por la desobediencia, prometía ser terrible. Pero Fergus era inmaduro y solo pensaba en como distraerse, sin importarle prohibición alguna. Acababa de cumplir los trescientos años…un adolescente todavía para pensar en nada serio. El caso es que algo lo distrajo. Se quedó allí como hipnotizado, mientras sus amigos se alejaban, sin notar su ausencia. Una nube de color azul, brillante se posó sobre su cabeza por unos momentos. Fergus se quedó mudo de la impresión, sin poder articular palabras…La nube giró sobre el y luego se desvaneció en la niebla, perdiéndose en la oscuridad de la cima. Desde ese día, Fergus, se tornó en un ser introvertido y solitario. Solo pensaba en la forma de trepar esa colina, para descubrir que había allí en esa cima tan celosamente guardada. Pasaron muchos días, hasta que una noche de luna llena, Fergus tomó la que se convertiría en la decisión mas importante de su vida y quizás la mas irresponsable. Enrolló una larga cuerda alrededor de su hombros. Calzó unos gruesos zapatones, llenó un morral con algunos comestibles y salió furtivamente de su casa en dirección a la colina. Comenzó así una aventura que no tendría retorno. Mientras subía, a pesar de la claridad que le otorgaba la luna, sentía los arañazos de las rocas y arbustos que había por doquier…Fergus estaba asustado. Había cambiado su vida de libertinaje por seguir una idea loca y ni siquiera le había contado nada a sus amigos. De pronto, su pié derecho se atoró en una grieta y perdió el equilibrio, cayendo como un costal, hasta el pie de la colina. Allí, maltrecho y adolorido, permaneció varias horas. Estaba solo y con mucho esfuerzo logró arrastrarse hasta su casa. Pasaron los días y lentamente se repuso. Su mente entonces, comenzó a trabajar de nuevo en su fallida aventura. Amarró tres ganchos en la punta de una soga, tomó su morral y calzó nuevamente sus gruesos zapatones. La luna iluminaba nuevamente todo el bosque. Fergus inició el ascenso y después de varias horas de interminable esfuerzo, su pié se posó sobre la cima de la colina. Notó la hierba suave, como una mullida alfombra. El sol apenas comenzaba a clarear el alba y Fergus pudo entonces observar el jardín mas hemoso que había visto en su corta vida. Mas adelante, se alzaba el castillo del rey, rodeado por la misma nube azulada que lo había trastornado. Tan absorto estaba en su contemplación, que no advirtió que estaba siendo observado. Giró su cabeza de pronto y se encontró con el mismísimo rey de los duendes, que lo observaba, como se observa a una molesta mosca o a una simple piedra del camino. La mano del rey lo apuntó de pronto y de sus dedos brotó un rayo luminoso que lo envolvió por completo. Se desvaneció sobre la verde hierba y allí permaneció todo el día. Tuvo sueños fantásticos...pesadillas que no podía descifrar...una debilidad extrema se apropiaba de su cuerpo exánime, despojándolo de su naturaleza inmortal.Cuando por fin abrió sus ojos, ya era nuevamente de noche y allí estaba la luna, su único cómplice en su loca aventura, iluminando toda la colina. Trató de levantarse y descubrió que tenía cuatro patas…su cuerpo estaba cubierto de pelos. Cuando trato de hablar…un ruido extraño y gutural brotó de su garganta. Intentó sentarse y se encontró con una larga cola que nacía al final de su espalda. Ya no era un duende…Había nacido el primer gato de la creación, condenado a la mortalidad, luego de vivir nueve vidas. despavorido, huyó sin rumbo fijo...Había perdido su inmortalidad, su vida libre y felíz y a sus amigos que tal vez, jamás sabrían lo ocurrido...Tal vez volvería a cazar mariposas, con intenciones totalmente opuestas a su naturaleza anterior...era el precio de su aventura solitaria e irresponsable...Los humanos, de rebote, fuimos condenados a escuchar en palco preferencial, especialmente en las frías noches de invierno, desde los muros y los tejados, interminables sinfonías de maullidos discordantes a la luz de la luna…¡Miau….!
Eleodoro Sandoval T. Antiqualost55@hotmail.com

Texto agregado el 18-01-2008, y leído por 217 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-01-2008 Linda leyenda del origen de los gatos. Original.5* cerrense
18-01-2008 ja,ja, ja, pajarracos, voy al bosque a fumar un habano, pero volveré, ja,ja,ja marxtuein
18-01-2008 Entretenido y bien escrito como una sinfonía de maullidos en plena efervescencia de plenilunio. Cinco gatitos tiernos para ti. ZEPOL
 
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