Ella necesita creer en algo, en alguien. Se encerró en si misma para que los rayos iridiscentes del sol no enturbiaran la claridad de sus ojos, aunque el agua turbia que escapaba de sus mirar demostraba lo famélica que se sentía.
Le duele la espalda, ayer empezó con una comezón que iba enrojeciendo todo el contorno hasta la nuca, y hoy tiene dos agujeros que no paran de sangrar.
Calla apaciblemente todos esos dolores físicos que siente. Descubrió colores y sombras nuevas. Pero se siente sola, esta sola en el tramo que va de humana a hada.
Ayer Thomas se fue de casa, la dejo sola en medio su inmensidad que le falta por descubrir.
Ya sabia ella que la relación venia mal, pero no tenia que ver con su transformación. Hace días que se siente mal y algunas veces el no era capaz que llevarle un vaso de agua. Tan egoísta fue siempre, tan presumido.
Ella, día tras día pintaba sus veranos negros de soles claros y templados, y el solo le devolvía indiferencia cuando ella necesitaba solo una leve brisa para salir adelante.
Tomas estaba inmerso en su mundo de estrella, siempre predispuesto a dejarla sola si los amigos lo llamaban, ella lo dejaba irse esperando que no llegara después de las tres de la mañana. Esperanza inerte, porque mientras el se ausentaba sus lagrimas se desencadenaban llegando y lastimándole el pecho. Ella lo amaba demasiado, tanto como para dejarlo ir y su felicidad se encontraba en otro lado.
Al tercer día ya de su espalda salia un liquido cristalino, con algunas líneas de sangre y pus. No aguanto el dolor que sentía, los dolores que sentía. Intento suicidarse pero los recuerdos fugaces de el la hacían pensar que iba a volver.
Al cuarto día sus alas estaban salidas, eran pequeñas y dolían demasiado. Ella veía horrorizada como su cuerpo se iba transformando, no quería que su piel se tornara mas clara y tampoco tener esa luz en sus ojos que cada vez se hacían verdes más intensos. Se miraba al espejo y su pelo se teñía de esmeralda.
Al mes Thomas encontró la casa repugnante, y a ella en la cama, dura, con un olor que penetraba hasta lo más recóndito de su mente. Estaba sola hecha una bolita tratando de cubrirse de dolor ella misma, con las alas aun brillando en su espalda.
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