...Me desperté octogenario, apenas podía moverme sin que me dolieran las piernas o me diera punzadas la cadera, y sentía un horrible escozor en el estomago, habiendo vivido tanto y habiendo visto tanto, uno se pregunta que mas le queda en este mundo por hacer en esta vida. Morir.
Lo que antes era un ameno paseo ahora se hacia un arduo trayecto para mis cansadas carnes, flácidas y caídas, como despegadas del hueso.
Todo lo que fue pasión, objeto de deseo, anhelo, deje de pensar en ello con el tiempo, murió con los años a la par que yo. No había nada por lo que vivir, el amor por las cosas, ya no era amor, el tiempo las cambio por cariño, por aprecio y el amor por la vida a aceptación de que próxima estaba la muerte.
El día que me levante octogenario note que mis sentimientos habían perecido y de ellos, ya consumidos por mi juventud, se veían reducidos a cenizas del pasado, a resquicios de lo que un día llegue a ser. Es verdad que se puede sentir la muerte, cuando esta cerca, no solo me hacia viejo, también me moría por dentro.
El pasado se torno mi presente, ya solo me quedaba pensar lo que fui y lo que soy, con actitud indiferente, con el espíritu del sabio pero con la resignación del que pierde.
Un día me desperté octogenario y solo pensaba en mi muerte.
|