En lugares errantes está la agonía ausente,
los espacios muertos y los silencios perdidos,
en pequeños senderos está dormida el alma del mundo,
el corazón del cielo y los misterios rotos del mar…

He perdido la conciencia y los instantes,
he recorrido mares cautivos y desiertos tutelares
esperando imágenes muertas del pasado…

He vivido entre el cielo y la tierra,
navegando en ríos infinitos,
volando entre nubes azules y aves corrompidas…

En espacios oscuros dejé los ropajes de mis acompañantes
y en rincones de miel los tesoros de ayer.
Caminamos entre fauces de leones,
pero sin perder el rumbo del despertar.

Fortaleza de mil años destrozaste mis caudales profanos con tu amanecer,
murallas de mis hijos que descubrieron el horizonte infinito de la soledad,
crepúsculos de aquéllos que viajaron lejos para no volver jamás…

Puedo verte nacer un día más,
puedo dejarte mis vestidos en tus pasillos mundanos
y arrancarme la piel sobre tus muebles añosos de placer ancestral.

Podría vivirte otra vez en el silencio de la noche,
en el espacio ausente de mis pliegues intravenosos,
en los pasillos sordos de mi habitación antepasada.

Corrompiste las señales con tu belleza famélica,
con tu historia nauseabunda
y tus hijos mendigos de un ayer olvidado,
de un hoy clausurado y de un mañana inexistente…
Beneficios de un soldado que luchó por salvarme de la muerte,
maleficios de un hombre que amó a una bruja perdida del norte,
a una hechicera olvidada del oriente…

Historia lejana,
pensamientos apartados de la verosimilitud de olvidarte…
Amaneceres lejanos de mis sueños sangrientos
y hambrientos de tus espacios de ausencia.

Simplemente ayer…Fui...Estuve...Viví


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