Enrique VII emperador del sacro imperio romano y rey de Cicilia, a mediados del año 1197, llevaba 14 días en cama con atroces dolores estomacales, sus médicos personales no lograban con todo el conocimiento de la época recuperarlo de un severo estreñimiento. La anemia se manifestaba también severa, debido a continuas sangrías que le practicaban para bajar la fiebre.
Los ministros de la corte llamaron a Giácomo Coccinno, conocido médico Siciliano, estudioso de la obra del gran maestro Pedáneo Dioscórides. Coccinno no pudo negarse a atender al Rey, temía que su cabeza estuviera en juego.
Luego de examinar a Enrique VII, se reunió con los consejeros y ministros, a quienes sugirió la técnica del Enema, muy poco conocida en la época, pero debió desistir por considerarse esa propuesta médica muy irreverente y denigrante para su majestad
–preferible la muerte, a que Ud introduzca un bambú en esa parte a su eminencia, por pequeño y pulido que esté ese aparato—acotó uno de los ministros.
Giácomo recurrió a las hierbas, preparó una fuerte infusión de Sen de Alejandría, extracto de regaliz, pamplina y varios otros tallos y flores de plantas de las cuales desconocía sus efectos a cabalidad, salvo que algunas tenían algún efecto laxante. Dio de beber a su Excelencia este brebaje, acompañado de oraciones pidiendo por la pronta evacuación intestinal del Rey Emperador. Una semana bastó para que la muerte por deshidratación (producto de la intensa diarrea) hiciera su trabajo con Enrique VII.
Mientras Federico II asumía la sucesión del Trono. Giácomo Coccinno brindaba por el avance de la medicina y el descubrimiento del nuevo y más potente laxante conocido.
De esta manera Giácomo quedó en los anales de la Historia como el único plebeyo que hizo "cagar" a un Rey.