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La Noticia
Allá por febrero llegó la ya sabida e inesperada noticia. Mi raudo e inconsciente itinerario me llevó hasta él.
Lejos quedaron sus legendarias vivencias, quería que volviera, quería que estuviera bien.
Con ojos opacos me miró en ese momento me contó que su último suspiro era un simple trozo de vida que anunciaba la señal de agradecimiento, pleno, sabio, en paz.
Contuvo sus lágrimas porque como siempre mostró su fortaleza y sentido de la vida, sostuvo su respiración porque ya sabía la historia, no dijo nada porque ya estaba todo dicho.
Mi héroe que fuera de batallas y guerras, como luchador de la vida me enseñó a transitar en el mundo, era un tipo común que le dicen, con un gran sentido de lo que hoy pocos conocemos de la sensibilidad.
Nunca bajó sus incansables brazos, siempre pensó en nosotros, siempre fue un ejemplo difícil de superar. Duro y tierno, justo sonriente, anecdótico de almuerzos domingueros, sensible con sus pequeños descendientes, rezongón y temible ante mis errores, tierno optimista para empujarnos al futuro.
Revolucionario a su manera, defendía su tribu, no tuvo banderas pues el mundo de la intelectualidad no se las otorgó.
Caminaba encorvado debido al peso de sus creaciones, alegre, sonriente saludaba a vecinos y amigos, sus dolencias sólo eran una cuestión personal… nadie las sabía.
Historias que parecían de libros salían de sus relatos de épocas duras, de dolor sin dolor, de risas sin alegrías, de imágenes en blanco y negro, maravillados supimos escucharlo en familia.
Nunca escuché una queja, nunca creí que en ese envase humano existiera tanta sabiduría desafiante y genial. Nunca terminé de conocerlo, fuerte y sensible, bondadoso y duro a la hora de aconsejar, certero a la hora de crear. Confiable y seguro, él me enseñó que la palabra vale.
Guardé en el bolsillo de mi mente su sonrisa, sus reiterados relatos de jóvenes años, los sacrificios que como buen ser humano soportó en beneficio de sus queridos, guardé el amor que quizás pude comprender al final.
Presioné su pecho, entre miradas, llantos y revuelos en la vereda… aquel barrio donde nací, crecí y me cobijó… mi viejo, mi querido viejo me dejó para siempre.
Allá por febrero llegó la ya sabida e inesperada noticia señalando que su trayecto había terminado.
Quedé en paz, el “te quiero mucho” sentido en abrazos pude decirlo antes, muchas veces, sabía lo que habías vivido… Alguna vez me contó que sabía de su tiempo. Siempre fue joven en el pensar y consciente en su estar. Sabio de la vida, me la diste, me brindaste amor a tu manera, triunfaste de manera anónima quizás sin reconocimientos… genio de la cotidiana, fuiste especial no sólo por ser sino también hasta el momento de dejar de serlo.
Allá por febrero llegó la ya sabida e inesperada noticia. Mi raudo e inconsciente itinerario me llevó hasta vos, mi querido viejo se despedía de aquel barrio, entre su gente, de manera sorprendente… final genial, viejo te amo tanto que hasta diste el ejemplo en tu final.
La tragedia ya no existe… tu inventaste la sonrisa frente a mi mayor temor… la muerte. Aún aprendo de vos. Eso… eso es trascender… No te olvidaré jamás. Gracias.

Texto agregado el 16-01-2008, y leído por 97 visitantes. (1 voto)


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