| Cumpliendo la rutina de todos los días 
 Echó el café
 en la taza
 Echó leche
 en la taza de café
 
 Esperaré para decírselo, esperaré hasta que se reconcilie con la vida; es lo que él siempre dice"Sólo después del café me reconcilio con la vida". Es absurdo esperar, lo que voy a decirle lo enojará con el mundo, con la vida y conmigo en particular
 
 Echó azúcar
 en el café con leche.
 Lo revolvió
 bebió el café con leche.
 
 ¿Por qué no hablo? ¿qué me detiene?¿Acaso espero que me diga ¿cómo estás preciosa? Por la mañana ni me habla ni me mira, le remuerde la conciencia, lo sé,pero lo obligaré a escucharme.
 
 Dejó la taza
 sin hablarme
 
 Me aclaré la garganta, le acerqué con un gesto el paquete de cigarrillos. Fumar lo calma.
 
 Encendió un cigarrillo
 hizo anillos de humo
 volcó la ceniza
 en el cenicero
 sin hablarme
 sin mirarme.
 
 Fumó sin mirarme para no ver los moretones de mi cara, la herida de mi frente, ésa, la primera, la que me marcó para siempre. El espejo me la recuerda cada día. A veces, cuando la cubro con el maquillaje la olvido por un momento, pero recuerdo muchas otras que no dejaron señas.
 Era el momento para hablar, debía hacerlo mientras ,relajado, él observaba las volutas de humo. No conseguí articular palabra. Le temía,aunque de mañana nunca se muestra violento.
 No era un desayuno diferente a los de cada día, la diferencia era que tenía la firme determinación de hablar.
 
 Se puso de pie
 se puso
 el sombrero.
 
 ¿Cómo? ¿Ya se iba, tan pronto?¿ Otra vez tendría que beber la amargura de mis palabras?¿Otras vez quedaría sola, aplastada por las paredes huecas de nuestra casa sin alma?
 
 Se puso
 el impermeable
 porque llovía
 
 Quise detenerlo con el pretexto de alcanzarle un paraguas, pero él no esperó.
 
 Y se marchó
 bajo la lluvia
 sin decir palabra
 sin mirarme.
 
 ¡Otra vez me había engañado a mí misma! Mis palabras no conseguían superar la valla de mis dientes apretados por el miedo. ¿Es que nunca encontraré el coraje...?
 
 y me cubrí
 la cara con las manos
 y lloré.
 
 Y entré al dormitorio llorando.
 Y llorando me vestí.
 Busqué la maleta,
 arrojé en ellas mis cosas,
 cerré la maleta,
 fui hacia la puerta
 y sin mirar atrás
 cerré.
 
 
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