Mis ojos hoy alcanzaron la pubertad necesaria, para compenetrarme en el mundo, aprender de lo que hay afuera.
Me maravillaré del aire en mis mejillas, de las palmeras en el boulevar, del vaivén de las personas que en su loca tarea de llegar a un lugar, donde nunca sabré.
Constatar de la bondad de las personas, del poder tener la virtud conservar un buen amigo a mi lado, darme cuenta que disfruto más poder compartir a que me compartan.
Hoy miré el mal tiempo que provoca que tenga frío, pude palpar la fascinación del sentir, de cómo puedo hacerlo y lo agradecida que tendré que estar con la vida, por oír el bullicio, las olas que se estrellan en las escolleras y poder sentir la brisa del mar que se esparce en mi cuerpo.
Darme cuenta que este espectáculo está hecho para mí, para que me llene de él, para poder disfrutarlo junto con todas aquellas personas que quieran hacerlo.
Observo con extrañeza que casi nadie repara en él, no se maravillan, no detienen nunca a observar las maravillas que la naturaleza nos brinda.
Corren pero no se dan cuenta de que tienen las piernas para hacerlo; gritan, se molestan y maldicen porque ya perdieron la posibilidad de vivir.
Hoy nació en mi la conciencia, penetró un extraño ente en mi cuerpo que me pide que disfrute de todo aquello que los ciegos, sordos, infelices no reparan, sólo lo agreden.
Uno puede nacer a los 40 años, y volver a comenzar lo que hasta hoy no has vivido, y quedarse con todo aquello que nos lleno de satisfacciones, ser niño pero con la conciencia de un adulto.
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