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1- Miguel no la llamó esa tarde.

2- No le preocupaba que ella esperara el llamado. Siempre había sido fría, no le había demostrado nunca interés y mucho menos se sorprendía cuando él la buscaba. Parecía tener siempre todo bajo control; saber exactamente el momento en que la llamaría.
Por eso dejó de lado la conversación de la tarde y comenzó a hacer los preparativos.

3- Había sido una decisión difícil. Estaba seguro que sus padres no lo comprenderían y Gabriel, su mejor amigo, jamás lo perdonaría. Sin embargo la decisión estaba tomada. Sabía que ya no hablaría más con sus padres, para ellos sería una afrenta que no podrían superar. Ni siquiera lo buscarían. Pero tenía la seguridad de que Gabriel, pasado un tiempo le escribiría o lo llamaría. Confiaba en su amistad porque siempre había estado en contra de su relación. No se conocen las personas de un día para otro –le decía - pero sé, puedo sentirlo, que María es mala. Estoy seguro que solo busca lastimarte.

4- Al principio los celos de Gabriel eran comprensibles, había sido su amigo desde antes de aprender a hablar.

5- Los padres de Miguel eran prósperos comerciantes de la Capital, por lo que pasaban la mayor parte del tiempo fuera de la casa.
Gabriel era el hijo mayor de Sara, cuyo puesto en la casa de Miguel había ido perdiendo límites con los años. Su primer trabajo fue de mucama, se encargaba de la limpieza y a veces de la cocina. Cuando quedó embarazada la nombraron ama de llaves y encargada de los empleados. Gabriel nació dos días antes que Miguel en la misma sala. Los chicos se criaron juntos y Sara ocupó el puesto de tía.
Por eso Miguel entendía los celos que Gabriel tenía por su amistad con María.
María y Miguel no eran novios, no eran amantes… alguno ni siquiera los llamarían amigos. Para Gabriel era una relación enfermiza. Miguel no pensaba en otra cosa durante el día, incluso sus calificaciones en el colegio habían decaído. Si, por otra parte, puede decirse que se volvió más imaginativo y las cosas que le enseñaba María resonaban en su mente aún después de dormirse hundiéndolo en aterradores sueños de los que quizá tenía miedo de despertar.
María está loca – decía Gabriel- tiene la cabeza llena de dibujos animados, o peor, películas de terror. No podemos creerle siquiera que su nombre es María, pero para vos es Tu Maestra y te crees todas esas boludeces que dice. Si vos querés vivir en su mundo de muertos y fantasmas es cosa tuya, pero yo me abro, no puedo seguir jugando su estúpido juego.

6- Esa fue la última vez que lo vio, apenas dos días atrás, los dos días más largos de su vida. Aunque vivían en la misma casa, Gabriel se las ingenió para no se visto. Mudo primero su habitación a un cuarto vacío en el otro ala de la casa. Siempre habían compartido el cuarto a pesar de las peleas, así que esa decisión asusto un poco a Miguel.

7- Desde que la conocieron, María fue un estorbo. No solo por su arrogancia y frialdad y su aire tétrico, sino porque Miguel sucumbió ante sus palabras, sus historias de poderes sobrenaturales y poderosos hechiceros que transmitían sus enseñanzas mágicas a través de símbolos.
A partir de entonces el mundo, el universo, la realidad toda se convirtió para Miguel en Letras y Números. Recibió de María sus primeras lecciones de numerología, de simbología y de cábala. Descubrió que las letras poseen energía y que las palabras que con ellas se forman tienen vida. Las palabras son llaves que abren puertas a mundos misteriosos, a templos secretos, a conocimientos herméticos.

8- Pasaba horas y horas con ella en su habitación. Aprendiendo decía él. Delirando decía Gabriel.

9- Gabriel fumaba. Lo primero que hizo en su enojo fue negárselo. Sabía que Miguel tenía miedo de comprar marihuana, por lo que dirían sus padres y por su estatus. Obviamente no sabía que su padre era adicto a la coca desde hacía cinco años y su madre había encontrado consuelo en el alcohol y en el chofer a las imprevistas agresiones de su esposo. Pero su posición social requería del maximum de discreción. Tal vez ese esfuerzo no les dejó ver los cambios en su hijo.
Sara si se dio cuenta. No solo porque limpiaba las habitaciones sino porque conocía miguel como a su propio hijo. Había perdido ya la necesidad del aseo. Solo salía de su cuarto para ir al baño o reptar hasta el colegio. Ese último fin de semana fue la última que lo vio. Desesperado iba y venía de un lado a otro llevando cosas a su habitación. Sara sabía que tenía prohibido entrar cuando hacía sus experimentos, entonces rezaba el rosario tantas veces como fuera necesario para sentirse satisfecha. Gabriel la increpaba a menudo por eso, le parecía un derroche de oración porque era visto que no daba resultado.
Miguel no va a entrar en razón. Si fuera por él, se iría a vivir con María – le decía a su madre -. Es inútil que reces. Solamente… trata de alejarlo de la tinta china…

10- Gabriel no sabía que sus palabras se volverían realidad. Y Sara no escuchó a su joven profeta porque no conocía a María y no sabía para que se pueda usar la tinta china. Pensó que la estaba bromeando como siempre hacía, en especial después de fumar marihuana.
Miguel tardó dos días en conseguir los materiales. Dos días sin hablar con María… pero no le importaba.

11- Colocó el cáliz delante de la estrella en el altar y saludo a los cardinales. Podía sentir la fuerza naciendo en su interior. Con la daga realizó los cortes necesarios para su pacto de sangre tal como María le había indicado. Con el cáliz y la tinta china dibujó los sellos sagrados y los sellos prohibidos y pintó con su sangre los nombres arcanos. El poder de los dioses se le reveló entonces. Vibró los nombres de poder y penetró en el éxtasis de la iniciación. Su cuerpo no respondió. Su espíritu se unificó y comprendió al fin el secreto del omega, de la carta sin nombre.

12- Sara jamás se recuperó. No hizo caso a la prohibición y entró en su cuarto en plena celebración. Envuelto en humo de lilas y vetiver, en el centro de un círculo de velas, Miguel chapoteaba en un charco carmesí. Con su último aliento se extinguió la cordura de la tía, que enloqueció y todavía hoy jura haber visto al demonio llevarse el alma de Miguel.

13- Gabriel todavía guarda de recuerdo el altar, las veintisiete letras y los diez números en cuadraditos de papel y la copa donde su amigo vertió su sangre. Nunca la usó para hablar con María. Jamás pensó en llamar a Miguel.

Texto agregado el 15-01-2008, y leído por 219 visitantes. (0 votos)


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