Pearl Harbor había quedado atrás y “el reloj de la historia” continuaba su marcha en el Extremo Oriente. El Imperio del Sol Naciente proseguía con el cumplimiento de sus objetivos expansionistas.
William Lanton, corresponsal de guerra británico, se hallaba en el nuevo escenario de guerra de la agresión nipona: Singapur. Su misión era hacer una crónica de la guerra en ese remoto lugar del mundo donde ondeaba la bandera inglesa.
El advenimiento del Japón al predominio asiático había comenzado con la guerra ruso-japonesa de 1904 en la cual el almirante japonés Togo derrotó a la flota rusa en Sumachina. En la segunda contienda mundial, sus herederos en la conducción de la armada nipona, almirantes Chiuchu Nagumo e Isoroku Yamamoto estaban cumplimentando un ambicioso plan de conquista con la ocupación de Malasia y del sudeste asiático, incluida Birmania, que llevaría a sus fuerzas de ocupación hasta las puertas de la India. La misma armada que había cumplido su objetivo en Pearl Harbor era la encargada de invadir las indias Orientales.
William Lanton en ese lugar tan exótico para él, reflexionaba sobre el papel que el imperio británico desempeñaba en el mundo y no pudo dejar de reconocer que en vastas regiones del planeta había una sujeción al dominio colonial inglés. Pensó en el protectorado de Egipto, en Sudan, en las Islas Malvinas, en Gibraltar arrebatada a España con la paz de Utrech, en Sierra Leona, en Nigeria, en Adén, en el sur de Arabia y obviamente también en este lugar del extremo sur de la península malaya en el donde él se hallaba. También hay que agregar otras colonias Inglesas en el Extremo Oriente como Hong Kong y Sarawak al norte de Borneo.
- No toda la culpa de estas agresiones se le puede atribuir a estos hombres de raza amarilla, mi país en la época victoriana y en momentos anteriores y posteriores a la misma, ha hecho que el mundo se sienta encadenado-. Un lejano zumbido lo sacó de su ensimismamiento. Levantó sus ojos hacia el cielo y vio que aviones japoneses zero volaban en picada. Rápidamente inició la crónica de los hechos.
-Ha comenzado el ataque a Singapur. En este momento aunque soy su enemigo no puedo dejar de admirar su empuje arrollador y concluir que el soldado japonés es el mejor soldado asiático. No tengo duda que Singapur no tardará en sucumbir-. El pánico había cundido entre los moradores del hotel en el cual se alojaba Wiliam, que corrían despavoridos. Él, sin embargo continuaba impertérrito junto al amplio ventanal observando el ataque. Era plenamente consciente que en la guerra se vive y se muere velozmente y como heredero de la cultura anglosajona, sabía ejercitar el self-control, es decir el completo dominio de sus emociones.
Lanton sintió de pronto un ruido de cristales rotos y un intenso dolor en el pecho, había sido alcanzado por las balas de los aviones enemigos. Pese a lo lacerante de su herida, siguió escribiendo en su diario con letra temblorosa:
- En este momento en que estoy muy próximo a morir en acción de guerra, quiero dar un testimonio póstumo de lo que significa la lucha por el compromiso con la búsqueda de la verdad hasta el último suspiro.
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