Juan y Jacinta se conocieron hace un año. Jerónimo y Julia se conocieron un par de meses más tarde. Al mismo tiempo, Jacinta y Julia eran amigas íntimas, amigas de esas que lo hacen todo juntas desde comprar ropa hasta visitar el baño al mismo tiempo (cosa importante hoy día en que la seguridad personal peligra en cada WC…digo, en cada esquina). ¿Se conocían Juan y Jerónimo? Pues no, eso vino más tarde.
Una tarde, mientras tomaban café, Julia y Jacinta pensaron que la manera ideal de salir por primera vez los cuatro juntos era yendo al cine; el cine, pensaron, era el lugar idóneo puesto que no tendrían que hablar mucho y así se ahorrarían los incómodos silencios que surgen entre gente que no tiene mucho que decirse o que, realmente, lo tiene todo por decir y nada dicho. El cine sería perfecto.
Al día siguiente, bien dispuestos, Jacinta y Juan salieron de casa, Julia y Jerónimo hicieron lo propio (de la suya, por supuesto). Reunidos en la puerta del cine, intercambiaron los típicos primeros saludos pero algo extraño se respiraba en el ambiente. Hay quien dice que hay cosas que se respiran en el aire y en aquel aire se respiraba complicidad…
La película estaba a punto de comenzar así que el grupo se situó quedando así: Jacinta, Juan, Jerónimo y Julia. Jerónimo y Juan parecían tener muchas más cosas en común de lo que sus respectivas parejas a priori hubiesen podido imaginar, tanto es así que cuando comenzó la película los de los asientos cercanos tuvieron que sisearles para que callaran.
¿Cómo fue la película? Para Jacinta y Julia no estuvo mal aunque ese director parecía hacer, últimamente, las películas una exacta a la otra. Ambas iban comentándolo mientras se dirigían a la entrada cuando, de pronto, al girar la cabeza, encontraron a sus respectivos saliendo, sí, saliendo del cine, pero… ¡cogidos de la mano! No, no, aquello no podía ser real…”este…bueno ¿podéis explicarnos que ocurre?”.
Según contaron ambos caballeros, en el mismo instante en que sus vistas se cruzaron por vez primera algo saltó, un pequeño resorte en su interior, un burbujeo estomacal, una contracción en el pecho… ¡ay! Así es el amor que llega cuando uno menos se lo espera y lo que es peor con quien uno menos se lo espera. Juan y Jacinto jamás habían estado con alguien de su mismo sexo pero, en estos casos, lo mejor es dejarse llevar, de tal manera que se despidieron apresuradamente de las chicas, deseándoles lo mejor y prometiéndoles una futura invitación a una cena en casa de Juan preparada por Jacinto, que era un gran chef.
Las hojas de los árboles seguían cayendo como a cámara lenta mientras la feliz nueva pareja se alejaba. Los meses pasaron pero ninguna de las dos chicas consiguió recuperarse del shock que habían sufrido, el apetito se les fue, descuidaron su aspecto y perdieron su trabajo.
Nunca ninguno de los que las conocían podía haber pensado que acabarían de peladoras de gambas en una empresa de pelación en serie pero así fue y así, entre gambas y bigotes encontraron la felicidad, felicidad que don amor se había empeñado en truncarles.
En la vida no hay dos sin tres.
|