‘El tanga rojo’
El diccionario dice: El tanga (en Sudamérica: la tanga) es una braguita, pantaleta que deja las nalgas al descubierto por haberse reducido la parte posterior de la tela hasta ocultarse. Todavía no me había animado a ninguno; pero la casualidad lleva a extremos impensables…
Lo había visto en una vidriera, -escaparate en español iberico; era rojo intenso, frenético, transparente y con lazos. Nada de broderies ni falsos pliegues. Sólo un triángulito de bruma de seda de unos cuantos centímetros. El sueño de toda dama; de cualquier zorra, en fin, no era el momento de pensar en la diferencia. Ahora en sus manos lo sostenía como un pequeño trofeo:
- ‘Quiero que te lo pongas, es mi regalo de cumpleaños’, dijo, con una gentil sonrisa -concédeme el deseo’.
- …Peroooo, ¿cómo adivinó que me agradaba esa prenda íntima?...
‘Yo, lo sé todo. Al hombre que le interesa una mujer, lo mínimo que puede hacer es colmarla, para que vea sus apetitos hechos realidad. Envolverla en la fina línea de ensueños que separa lo real de lo imaginario. Es muy fácil. No se requiere de nada especial, sólo de buen tacto’… ¿Deseas beber un trago? Yo me serviré un Pastis.
- Un licor, gracias. ¿Quién hace ruido? ¿Qué hago? ¿Me lo pongo?, es tan diminuto, me parece que esto viene en una sola talla. Me sobra de todos lados. Ah, el espejo, necesariamente miente. Bueno, ahora está mejor. Estoy decidida: salgo del toilette con la ayuda de la toalla y le digo que no me sienta el rojo…
-¡Chis!, ¡nena, nena, aquí!
-¡Abuela, qué susto!¿Que haces en un departamento junto al Sena?,¿no estabas muer..?
-Solo baje para explicarte la diferencia…
-¿De qué abu?
- De eso que estabas nombrando lo de dama y zorr..
-Pero, abu, ahora no es el momento. ¿No ves que hay un hombre esperándome en la sala?...
-¡Querida!- ¿ya estás lista? Mira que no puedo esperar todo el día. Está bien, voy y te traigo en los brazos. ¿Estás?...
-¡Ves, abuela! Me está llamando.
-Yo quería decirte que no sólo hay que ser una dama, si no también parecerlo. Claro, esto en la calle. Ya sabes que dentro…es otra cosa.
-Mira, no es hora de dar consejos y menos de ésa índole. Creo que estás fuera de...lugar y dimensión. Esta bien que de niña me hayas enseñado a leer y contar cuentos, sin embargo ahora…
-Acordate, los consejos de las abuelas nunca fallan.
-Abu…, cerrá la cortina, esperame en la bañera o volvé otro día con más tiempo. Digo, con más tiempo del mío, porque del tuyo no se como será…al final no me has contado nada, picarona.
-¿Estás?, se nota que sois una mujer limpia. Nada más terminéis ven hacia mí. ¿Vale?
-¡Oui, mais oui!,¡vale!,¡ yes!, digo bueno, ok,…ya no sé en que idioma hablar. Ok, Jhonny. Solo un poco de jabón y voy para allá en seguida.
Nunca me había sentido tan idiota: casi desnuda y con un hilo cruzándome el huesito de la alegría, partiendo la fruta en dos hemisferios simétricos y concéntricos. Cuando en realidad, lo que tendría que hacer hoy es corregir las pruebas de mi novela. Bueno, un desliz lo comete cualquiera, de todos modos, pensaba hacerle unos cambios de contenido, según el sabio consejo del comentario dejado en el sitio Los cuentos. net:
‘Tu novela es una ambiciosa canallada en prosa poética, disfrazada de pseudo filosofía existencial, una asadura sin sazonar: necesita por fuerza rehacerse y si es posible: ¡quémala!, le harás un bien a los cuenteros y a la humanidad’...
En algo tiene verdad, mi texto es pretencioso, porque trata de temas profundos. Nombrar a la muerte en un libro da como inquietud y extrañeza. Además a los ateos les encanta el tema: les produce un goce nihilista que desemboca en cabriolas hipotéticas y degustativas de la nada; en mentes ociosas y creyentes: les lleva hasta el paroxismo en hiperboles trascendentes…
-¡Abuela!...
-Quería decirte que la muerte…
-Ahora, no, no sea que escuche él y se angustie, además hoy es mi cumpleaños. No pienso pensar en el tiempo. Pasado mañana será después que ahora, como decía el personaje de El perseguidor, de Cortazar; y no hay nada más triste que demasiado tarde, en la poesia de Bukowsky.
Recién tomo en cuenta que mi vecino es un gran lector, el departamento está invadido por tomos de la Historia Universal del lenguaje de los cuerpos, en la mesilla de noche a medio terminar ‘La mano de la diosa’ de Juan Antonio Pizarro Martín, -Sereira; ‘Mercados de espejismos’ de Felipe Benítez Reyes’; ‘El yoga tántrico de Jean Riviere’; ‘El tamaño de mi esperanza’ de J. L. Borges y así, se van acumulando autores, textos y títulos en una marcha guerrera hacía la conflagración de la memoria, esa cruel hereje que decide quién permanece en pie de batalla…
-Pero, no seas tontita: quítate esa ridícula prenda de algodón. Quiero verte enterita: de pies a cabeza. Cómo te ves en el traje de Eva.
-Vecino, digo, no sería mejor presentarnos e intimidar de otra manera, sin demasiado exhibicionismo, quizás…si me contaras algo de tu persona ¿Cuál es tu profesión?
-Muy bien, no hay problema: no te abras la túnica todavía. Sé esperar. ‘Soy agente literario’.
- Oopss!, lo que estaba buscando. Y yo así en cueros. ¿Será mi día de mala suerte? ¡Cómo hago para salvar la imagen! Aunque él decididamente me gusta. Ahora tendré que decidir entre mis deseos de mujer y mi vocación de escritora, y bueno yo le cuento…
-Entiendo que no me tengas confianza, y eso me inquieta y me provoca más. Sin embargo, me seducen las morenitas de fuego, abiertas de espíritu, intensas que les guste el buen …¿Qué pasó con mi regalo?
- Creí que era mío…
- También es mío…Te cuento un secreto al oído, ven acércate: hoy por rara coincidencia, también es mi cumpleaños…y he visto en el sitio de lencería femenina el mismo tanga rojo cuando lo observabas desde el escaparate. (Risas...) Y te digo algo más: me gustaría leer el borrador de tu magnifica novela.
-¿La novela? ¡Zas! Estoy perdida, acabo de quemar sus páginas, no hay algo mas patético que expresar:'ya es tarde, demasiado tarde'…¡Ay, Bucowsky!...
...Y sin embargo, siento que el amor viene por mi. Mire hacia adelante, sobre el hombro de Jhonny y una imagen transparente como de escarcha violeta agitaba sus manos despidiendose:''Te espero en el cafe 'Le Procope', el mas antiguo de Paris''. La segui con la vista y me parecio que mi abuela traspasaba la puerta, del brazo llevaba a Voltaire.
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