Otra vez.
Esa noche de enero que derretía amiantos y nos obligaba a quitarnos la sed furiosamente, me devolviste lo que te pedí, a tu forma, sin palabras ni gestos, como vos sola sabes hacerlo. Ese fue el momento en que hasta las pestañas se me dieron vuelta, flotábamos, risueños, como alejados de las tramas, eras vos.
La lluvia había mejorado todo, mas no se podía pedir, estallábamos, súbditos de la efímera locura, jugábamos a ser nadie, a formar una sola sombra, a revelarnos de la razon.
La claridad atrevida nos borró, volvieron a existir las paredes, los eternos insomnes, no quedaba ni una gota de la tormenta.
Me preguntaste algo, agarraste tu bolso, levantaste tu mirada apuntando hacia la puerta, desapareciste.
Te seguí.
Otra vez.
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