Cuarenta y siete años con una vocación definida desde su más tierna infancia y su vida dedicada al convite del espíritu.
José nació para sacerdote - decían las chusmas del barrio.
Su familia orgullosa de su devoción a Cristo, de su evolución más allá de hombre convertido en siervo de su iglesia y profesante de sus creencias.

Nunca dudó de su fe, de su juramento, de su Dios, hasta aquella tarde que Mariel se presentó en su puerta solicitando ayuda.
Sintió que su corazón palpitaba, vio en esa figura de mujer una radiante luna con un alo de luz resurgiendo de sus profundidades, iluminado todo su espacio.

Mariel: de rasgos finos, edad indeterminada, de sonrisa franca y mirada triste, atravesando momentos de incertidumbre en su vida agitada, confusa, con ganas de crecer y elevar su espíritu, en busca de respuestas a una mente sin razonamientos ni cuestionamientos dedicada a dar amor , transparente, se podía ver su mundo a travez de sus ojos, de sus gestos.

La hizo pasar, escuchó calladamente todo lo que de su boca salía, sin dejar de observarla, sin perder detalle de sus manos, de sus movimientos, hablaba con cada parte de su cuerpo. Sintió la necesidad imperiosa de confesarse con ella y de pronto pasó de escucha a confesor. Ella prestó la misma atención a sus palabras que una madre a su hijo dilecto, tomó sus manos con ternura, acarició sus cabellos.

José no pudo evitar sentir estremecerse ante sus caricias, y la estrechó contra su pecho, ella no opuso resistencia se entregó al abrazo. El acarició su cabello, sintió el calor de su cuerpo, el perfume de su piel y se sintió embriagado.
Le profesó caricias y besos los que fueron respondidos con la misma intensidad, se confundieron sus bocas se entrelazaron sus lenguas.
Sintió el cuerpo de Mariel como braza ardiente, lo excitaba hasta perder el control de su cuerpo, de su mente, se sintió un volcán en erupción con deseos incontenibles de poseerla.

Ella le susurró al oído:
- No es él momento....no hagas algo por impulso de lo que te arrepentirás mañana.
- Te deseo, quiero estar en vos, siento como lava hirviendo recorriendo mi cuerpo.
- Me voy – dijo Mariel guardando la compostura.
- No me dejes, no me abandones, te necesito – suplicó José.
- No te abandono, yo también te necesito pero vuelvo a repetir, piénsalo.. hay tiempo.
- Te envidio, esa soltura que tienes de mostrarte, de entregarte, de despertar los sentidos.
- Me envidias?, eso no es pecado?
- Perdóname, no se que digo ni que hago, por favor no te vayas.. Quédate conmigo.

Se detuvo el tiempo, las horas no marcaban en el reloj de la vida, ellos quedaron suspendidos en un espacio de tiempo incomprendido, atrapados en la pasión de sus actos.

El resto?...sólo Dios sabe en que va a derivar este encuentro.
Hay algo que escapa a la razón y es el sentimiento, cuando nace sin esperarlo, cuando se encuentra sin proponérselo, cuando se vive sin premeditarlo cuando se unen dos almas y se trasmutan en un solo cuerpo.

Si Dios nos maneja como marionetas del destino y mueve nuestros hilos en rumbos definidos, si se produce un echo inexplicable eso es AMOR. Gocemos porque está en nuestros corazones.