La casa de Dios cobra impuesto por dejarlo vivir ahí. La casa de Dios no siempre está abierta.
La casa de Dios es de oro, y todas sus sucursales sólo pueden tener algunos enchapes, de plata o dorados.
La casa de Dios siempre nos abre sus puertas, pero suele cerrarlas cuando estamos dentro. La casa de Dios nos quiere, la casa de Dios requiere dinero.
La casa de Dios no es del pueblo, la casa de Dios es del clero, de prelados y sacerdotes, la casa de Dios es del dinero.
¿ Es ésta la casa de Dios? ¿Acaso es la casa que él escogió?
Creo que eso lo sabemos, desde el momento mismo de la creación, la casa de Dios es el cosmos, la casa de Dios somos nosotros, la casa de Dios es pequeña, la casa de Dios no está en Roma, no es de oro, no tiene un fino aroma.
La casa de Dios, en la que creo, está hecha de retazos de cielo; la casa de Dios es una estrella, es el universo. La casa de Dios no tiene brillo intenso, porque la casa de Dios está en la piel, la única casa de Dios es la fe.
Esta es mi posición, la que defiendo: La casa de Dios no es la Iglesia, la dejó hace mucho tiempo, y con todo respeto afirmo: “La casa de Dios” es un invento.
Dios dejó su casa desde hace no corto tiempo, la dejó desde la primera torre, desde el primer erguimiento, la dejó desde sus inicios, desde su primer convento.
No puedo, ni pretendo, hacer que la Iglesia cambie, sólo quiero mostrar mi posición,... aunque sí, hay un pero: Si Dios multiplica peces, ¿Para qué el dinero?
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