En las afueras de Arica, mi ciudad, camino al sur. En una extensa planicie barrida por el viento, hay unas figuras extrañas, como de otro mundo. Presencias Tutelares, así las llaman.
Son la creación de un alucinado, un tocado por los dioses. Un ser que extendió sus brazos al alto cielo, para acariciar la luna, y en noches de estrellas danzar en mis desiertos. Su nombre es Juan Díaz Fleming, Escultor.
Allá voy cuando mi alma. busca la quietud y mi mente desea echarse a volar en cósmicos momentos.
El cielo con un azul limpio y el aire se siente acariciante en la piel mientras el sol se despide con un hasta mañana, dejando paso a su cortejo de estrellas.
Recorro ese bello paraje de silencios, de lejanías en montañas azuladas. Ni un ave, ni un insecto, ni un sonido quiebra la soledad. Solo el murmullo acompasado del canto de los muertos.
Allí hay una casita diminuta y dos árboles que sisean al viento; de esas que señalan como se fue una animita al cielo.
Está llena de botellas con agua, para que la natura surja firme y embellezca el lugar. Cada viajante deja su tributo del vital elemento.
Camino ensimismado en mis pensamientos. Tris...Tras, suenan mis pasos en la arena. Aquí....Allá...en color arena se dibujan las figuras.
Una con brazos extendidos en arte moderno. Mujer la he bautizado Al lado otra figura, me imagino al hombre. Todas en cuatro metros de altura.
La miro y achico el seño, debo estrujar el cerebro, para imaginar la alucinación de este instante. Más allá un calendario solar en piedras negras, Acullá, en redondeses surge como un vientre cósmico en piedra, semejando el nacimiento.
Al fin descubro que no importa lo que asemejen las figuras. Es el lugar, es la paz que las rodea.
Es la voz del silencio.
Nomade...sintiendo...sintiendo
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