Amor en tiempos de tormenta.
El amor, ese AMOR con mayúsculas puede ser como una tremenda tormenta, bella, alucinante, llena de rayos que convierten la noche en día, o cuyos truenos salidos del órgano del cielo o quizás de los infiernos, te exaltan y maravillan. Con una lluvia pura, fuerte, limpia que te inunda de un agua que como torrentes arrasadores te dejan el alma y la piel llena de socavones, y heridas abiertas, con las que te sientes vivo, Con esas emociones fuertes, la necesidad de una carrera loca hacia un aeropuerto para coger un avión a punto de partir. Con el sentimiento de que sin esa persona que como la tormenta nos envuelve, no podemos vivir. Pero que como la tormenta acaba yéndose, y que como cuando pasa esa tormenta maravillosa y se aleja con sus nubes, el lento y paciente sol tiene que secar y remendar, y quizás como dice Sabina tardemos en olvidar….19 días y 500 noches.
O hay sin embargo otro tipo de AMOR, el de la lluvia fina pero continua que empapa los campos sin anegarlos, que con su leve tintineo nos adormece tras los cristales, que cuando escampa deja su recuerdo oloroso sobre la tierra mojada, y la fructífera ayuda para que los campos se fertilicen y crezcan, ese olor es un recuerdo que se vivifica cuando vuelve a llover horas más tarde, y unas veces será ese “chirimiri” del norte, (emboscado en una tarde de televisión y cobijado bajo una manta, o incluso paseando entre algo menos romántico que los árboles deshojados del parque como podrían ser los mostradores de un centro comercial en rebajas) y otras veces será como una tormenta fuerte y vibrante (en el que las pieles de los amantes, humedecidas por la lluvia y el deseo interior. se entrecruzan, cuyos labios … y lenguas … y bocas sedientas se aferran a sexos henchidos o abiertos, a voluptuosos senos y vientres y curvas en movimientos apasionados hasta alcanzar el frenesí de éxtasis menos místico y más humano).
Elegid vosotros mismos, vuestro tipo de Amor
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