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Cuestión de Negocios
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Me aferré a la desesperanza para retratar mi historia. Es cuestión de negocios. Entiendan que al convertirme en sicario renuncié a una vida como la tuya. Créanme además, que trabajo hay de sobra.

Todo empezó la tarde de viernes santo. mi informante consiguió un trabajo y me citó en la catedral de la ciudad. Siempre elige lugares sacros para sentirse seguro, después de todo soy un asesino... no lo olviden.
No digan que no poseo sentimientos o que soy una máquina de matar. Sentimientos no tienen quienes me contratan.
Esto de ser asesino a sueldo es un verdadero arte... y ¿qué es el arte sin sentir? me volvería un simple peón de ajedrez que tiran al frente a sacrificarse por un rey omnipotente.

Lo reconozco. Lleva el mismo abrigo negro, aún si el calor es insoportable. Me mira un segundo a los ojos y bruscamente desvía la mirada. Pobre diablo, su miedo se huele a kilómetros. Por eso lo contraté, “es mejor ser temido que odiado”, además le ayudo con su presupuesto mensual. Pero si me pide que lo mate, no dudaría en cumplir el favor.
El eco es insoportable a medida crecen los rezos y cánticos. ¿Quién los entiende? Hoy agradecen a Dios por un día de vida, para mañana conseguir que yo les arregle un problema en el vecindario.

De regreso al informante y ya sentado a su lado, este traga en seco un par de veces para luego sacar del interior de su abrigo, su mano temblando con un sobre café.
La rutina es la misma: limpia la garganta; tartamudea un poco; mira fijamente cualquier cosa menos mis ojos; y pregunta algo para comenzar una conversación. Después de todo, ya me ha visto desde unos cuantos trabajos y cree tener la confianza para preguntar.

"¿Tienes familia?... yo tengo dos hijos...". No hay tiempo para escuchar estupideces. Me levanto, le extiendo mi mano para que se despida con los mismos nervios de costumbre. Frente a sus narices están las manos que han acabado con una ya olvidada lista de trabajos... siempre cumplen, nunca temen. Esas son mis manos y estoy orgulloso de ellas. Estoy por sobre la situación, y el estúpido este no encuentra mejor pregunta que hacer que si tengo familia... ja.
Claro que tengo familia, no nací de un hoyo en el suelo, era lo típico... una madre; un padre; un hermano mayor; un perro... ¿o era un gato?... o un ¿perro-gato?... quién sabe fue hace mucho tiempo... y yo siempre el último en la lista. Eso ya es parte de mi pasado. No me gusta hablar de eso... y menos con un simple informante.

Al llegar a casa, dejé el sobre en la mesa, tenía un mal presentimiento de todo esto... necesitaba un trago, así que fui a la cocina y al volver lo abrí.

“Mierda, lo sabía”.
Los papeles sobre la mesa, sólo la fotografía del blanco entre mis dedos... aún no reaccionaba después de una hora hipnotizado por la imagen.

"Es mi hermano... ¡¿En qué forro se habrá metido el imbécil?!”

Visto de negro. Gafas oscuras. Ni un gesto que delate lo que está pasando en mi "por-primera-vez" confundida cabeza. "Matar a mi hermano" una y otra vez, hasta que la realidad se desvanece paso a paso en los escalones hacia el departamento de éste.
El ritmo de las pisadas, igual a golpes en mis genitales. Y mi conciencia, que parecía perdida quien sabe desde cuando, burlándose al presenciar tal espectáculo en primera fila.
Aún así no pienso soltar el arma en mi bolsillo será sólo cuestión de segundos... “es sólo cuestión de negocios”. Maldita frase, si tan sólo ahogara el poco de cordura que me queda, no tendría problemas para dar el siguiente paso... un momento... es aquí.

Toco el timbre.
Sale mi hermano.
El muy desgraciado me sonríe.
Me abraza.
Sólo queda devolver el gesto de afecto a mi víctima.
La puerta se cierra y todo el rencor parece haber quedado afuera.

Pasé todo el día sin hablar... mis palabras también se quedaron en la entrada. Frente a frente y ninguno sabía como iniciar una conversación. Años que no veía su cara. Años desde que decidimos no involucrarnos en la vida del otro. Ahora sonríe con agrado por mi visita, mientras me entrega un vaso de whisky... si tan sólo supiera...
“No lo voy a hacer… no me miren así, no esperen leer de estas líneas tal tragedia griega. Siempre hay una primera vez para arrepentirse”. Tomé de mi trago. No hay música, todo es silencio desde que entre, como si la muerte fuera paracaidista.

"Me alegra que hayas venido... me siento más tranquilo al saber que mi hermano será el tipo que me mate"...
Detengan todo… “¿Qué ha dicho?”.
“Dije que me alegra haberte contratado para que me mates” repite con ese tono irónico que parecía haber olvidado.

Tomé aún más licor. Esperaba que de algún rincón apareciera algún indicio de que todo fuese una joda. Una broma de mal gusto o cualquier cosa.

"Qué… a eso te dedicas ¿o no?… ya es hora. Hay que actuar rápido, en cualquier momento llegan estos tipos". Se puso de pie y se tiró en el suelo boca abajo...
Luego dirige sus palabras nuevamente a mí con un "¿Aquí estará bien?". No lo soporté más me puse de pie y caminé hacia la entrada. El mundo daba vueltas, en parte por la confusión, en parte por el alcohol.
"¡A donde vas!" su tono de voz había cambiado. Me detuve, para pensar una vez más en tomar el arma y acabar con todo, sin embargo no reaccioné.
"Cumple con tu trabajo, maricón. ¿Más dinero acaso? ahí tienes" arrojó su billetera a mis pies, incluso un par de anillos de oro. "En mi habitación hay más ¡Pero entiende que si no lo haces tú, otra bala lo hará!

Por fin salió el habla de mi boca, aún cuando mi mirada sólo apuntaba al par de mocasines que usé ese día... “No voy a matarte. Iba a hacerlo pero no vale la pena. Mírate, ya estás muerto”.
“Además…” giré mi cabeza hasta encontrar el par de ojos desesperados de mi hermano, “…el único maricón aquí eres tú por querer que meta mis manos en tu mierda. Adiós”. Y salí del departamento.

Bajé las escaleras, que a estas alturas parecían infinitas. Que decir de la respiración, agitada como de quien escapa ileso de un accidente.
Todo parecía obra de cuanta mierda me compromete a ser profesional... de que sin importar sea mi hermano o mi propia madre, tengo que empuñar el arma de una buena vez y vaciar el cargador en el medio de sus ojos.

¡Sí, eso es lo que debo hacer de una vez por todas...dejarme de estos lloriqueos... ya no soy el peón de ajedrez de unos años atrás... soy el capone... el cabrón... soy un artista y nadie puede negarlo! No un simple mozalbete.

Retrataré mi magnánima creación con la muerte de mi hermano, la cual será reflejada en mil tabloides y comentada en mil lenguas.
Mi genio será indiscutido. Finalmente llegará mi retiro, impune de cualquier cargo, mezclándome nuevamente entre el rebaño. Cuantos trabajos y ningún indicio del responsable, los primeros pasos para el mito, para la leyenda de un artista en el anonimato. Si el tipo quiere morir. ¡Yo lo mato!... es cuestión de negocios, no hay nada que dudar.

Así fue como en menos de cinco segundos ya estaba de regreso en el departamento de mi hermano. La respiración en calma, sabía que era lo correcto. Como sombra vagué por cada rincón del inmueble. Ni una señal del blanco y sólo faltaba un cuarto por revisar. Cerrado con llave, pero una patada fue suficiente para entrar.

Tras la puerta una imagen que calmó por completo mis ansias de trabajar. Frente a mí yacía mi hermano mayor asfixiado al borde de la cama, muerto con un nudo de sus sábanas alrededor del cuello.
Ni una gota de sangre fue derramada. Ni un sólo sonido de trueno salió del arma que el hermanito aferraba como la única salida y el punto final de cada uno de sus trabajos. Sin embargo, el trabajo ya estaba hecho.

Puerta de entrada; Escaleras; Calle
Las imágenes pasaban rápidas frente a mí, mis pies se desvanecían en el pavimento como si el aire los dominara a su voluntad. Ni la lluvia que inició me despertó del trance. Quería gritar, llorar, ocupar de una buena vez el arma aún enclaustrada en mi bolsillo… nada que una buena botella de whisky no pudiera arreglar. El triste pago de un artista.

Días más tarde en mi hogar, leí en algún jodido diario de la "Tragedia en semana santa". El cuerpo de un reconocido personaje, con ciertos vínculos en el tráfico de estupefacientes, fue encontrado muerto en su departamento. La autopsia arrojó como data de muerte la noche de sábado santo.
Era mi hermano... mi hermano mayor.

Suena el teléfono, mi informante ha conseguido otro trabajo.

Texto agregado el 12-01-2008, y leído por 127 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
12-01-2008 Buena historia, que adolece de la falta de un final inesperado para que sea un cuento. Salú. leobrizuela
 
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