La Pequeña Caja Azul
- En esta pequeña caja azul está encerrado todo nuestro universo conocido y el que queda por conocer – dijo el viejo, mientras el joven intentaba disimular una risa de incredulidad.
- Así es – continuó el anciano – todo el universo físico está contenido en un espacio del tamaño de una caja de fósforos, incluso nosotros, esta conversación, todo lo que ves está sucediendo dentro de la caja que ahora está en tus manos.
Los intentos del joven por seguir conteniendo la risa fueron inútiles, una fuerte carcajada salió desde su boca, mientras el viejo adoptaba una postura seria, casi de reprimenda.
- Lo siento abuelo, pero cómo esperas que crea lo que estás diciendo. No podemos estar al mismo tiempo fuera y dentro de la caja ¿no es así?
- Si sólo piensas en un mundo de tres dimensiones, por supuesto que eso es imposible. Tienes mucho aún por aprender para poder asumir el rol que el destino te ha impuesto.
El viejo recordó a sus dos nietos mayores, aquellos jóvenes a los que había comenzado a entrenar desde su niñez. Cualquiera de ellos estaba perfectamente preparado para asumir el rol. La primera prioridad estaba asignada, tal como la tradición lo mandaba desde el inicio de los tiempos al mayor, pero siempre estaba el siguiente para sustituirlo si algo llegaba a ocurrirle. Nunca antes había sucedido, desde la invención del rol que su familia jugaba, que los dos candidatos murieran al mismo tiempo. El anciano no paraba de reprenderse por haber permitido que ambos primos viajaran juntos en el mismo automóvil. Fue sólo una vez, nadie, ni siquiera Dios podría haber prevenido ese fatal accidente.
- Volvamos a nuestra conversación, no tenemos mucho tiempo. Pronto deberás asumir el rol y temo no alcanzar a prepararte como debiera. Recuerda siempre que el poder absoluto está inseparablemente atado a la responsabilidad absoluta.
- Por favor abuelo, detente. Deja de decir estupideces sin sentido.
- ¡Escucha lo que te digo! ¡Si no me haces caso todo acabará!
El volumen de la voz del anciano aumentaba con cada palabra. El color de su piel comenzó a cambiar, se llevó las manos al pecho y cayó inconsciente al piso. El muchacho corrió pidiendo ayuda, pero todos los intentos de reanimarlo fueron inútiles.
Quiso el destino que al poco tiempo el muchacho se dirigiera al mismo lugar de la tragedia y, al ver aún la pequeña caja azul botada en un rincón, vinieran a su mente los recuerdos de la última conversación con su abuelo. La rabia invadió al joven al recordar la estúpida muerte, y el papel que en ella había interpretado el insignificante objeto que estaba viendo. Se acercó a él y levantó su pie derecho dispuesto a aplastar el objeto con todas sus fuerzas.
La oscuridad comenzó a apoderarse del espacio mientras su pie aplastaba la caja y la nada volvía a hacerse presente.
Jota |