Resolviste bien, apuestas a mantener vivo el error que nos llevó a este punto, centras tu atención y me ignoras.
Creo que esto no varía, ni ahora que tu vejez te llega.
Intentas, enmiendas, pero te das cuenta que ya es tarde, que cualquier cosa será en vano y ya no podrás justificarte ante sus ojos.
Siempre te has olvidado de ellas, pero ellas te miran y te respetan y no se preocupan por lo que no le has dado, al contrario, aplauden su herencia, sus conocimientos, tu legado que van más allá de lo material.
Me recuerdo en tus brazos, en cómo me arrullabas y me hacías creer que era tu consentida.
Hoy, pese a que la distancia se interpone entre nosotras: tus hijas. Sin la posibilidad de poder disfrutar de tu compañía.
La muerte te alcanzará, y nosotras no podemos hacer nada por intentar plagiarte del mundo en el que vives, no lo permites; yo hago lo que puedo, y tu lo que tu error te estipula.
La muerte se llevó tu mitad, tu compañera, tu esposa. Y hoy me doy cuenta que la muerte será tu liberación en lo que te mantienen preso, sin oponer resistencia.
Y en ocasiones suelo preguntarme, porque siempre tuvimos que recoger las migajas que desde niños, el error de tu vida nos ofreció. Siempre delante, en primera mano ante todo.
Hoy, de adultos, pensando en la justicia que la vida nos pone a cuestas, observo que estamos ajenos a la realidad. Que entre más daño hagamos, más beneficios obtenemos.