Y cuando se percató, ella se encontraba en un punto en donde todos avanzaban, sus cuerpos rozaban con el suyo al pasar a su lado, mientras se preguntaba…”en donde estuve todo este tiempo”…
Decidió avanzar, y caminó sola, muy sola, pero con la esperanza de ser ella, siempre fuerte. No hubo nadie que la detuviera, ni los recuerdos, ni el amor que le había dejado tanto tiempo en estado de coma.
Hoy despierta, hoy resurge, rauda y fuerte. Con la idea fija de ser feliz, de intentar todo aquello que le a complete, que la llene de la fuerza necesaria para poder alcanzar sus propios brazos.
Observa a lo lejos a un ser desvalido, y llora por su sufrimiento. Pero al continuar, sus lágrimas se congelan y se da cuenta que la humanidad es culpable de su propia desgracia. El estar estáticos, el no intentar; nos hace vulnerables a la soledad, a todo aquello que nos hace miserables.
Hoy camina fuerte, sin miedos, sin temores, aunque estos se esconden por las esquinas, intentando acortarle el paso, pero ella sabe, que mientras camine por la luz, la oscuridad no la invadirá nunca.
Sabe que el crecimiento hasta del alma duele, pero él nos enseña que cada día que pasa, cada minuto de oxígeno que nuestros pulmones asimilan, son oportunidades de vida; que acaso, el tránsito en ella no es un regalo lujoso que tenemos que apreciar.
El olor, los colores, los sentidos se avivan, y entonces lo vio, ahí parado, esperándola pacientemente a que llegará hasta él y comprendió de nueva cuenta, que el amor estaba cerca.
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