En los cruceros de las grandes urbes, y de las ciudades medianas o pequeñas, podemos encontrar un sinfín de vendedores ambulantes. Personas que te limpian tu parabrisas, vendedores de juguetes, flores, tarjetas de celulares, de periódicos, churros, flores y hasta mapas.
Curiosamente hoy en un crucero de mi ciudad, una chica me entregó un folletito, que contenía información religiosa. Me pidió que si le cooperaba y pues le manifesté no tener en ese momento cambio.
Ella me dejó uno de los folletitos, y me dijo que si orábamos. Yo no entendía la petición, volteé a ver el semáforo y continuaba en rojo; hubiera sido mi salvación pero no. Ella me lo volvió a pedir, y le dije que no, que no era católica y me contestó: “yo tampoco”.
Terminé accediendo y pues tuve que seguirla en las oraciones, hasta que terminó y me dijo: “ya, ¿viste? Que sencillo es acercarse a Dios. Y se fue, y automáticamente se cambió al verde.
Yo me fui un poco incómoda, pues nunca en mi vida había emitido una oración; y la extrañeza se convirtió en risa, por lo gracioso del acontecimiento.
Ahora me pregunto, que nos falta por experimentar en los cruceros…..
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