Despertaste más temprano que de costumbre,
de un salto llegaste a la orilla de tu cama y te asomaste a ver que había en tus zapatos.
La magia, los reyes magos junto con tu ratón, ese que le cuenta todo a mamá;
hicieron llegar al filo de tu cama, tres muñecas y un edredón.
Tus brincos llegaban tan altos, que pensé que tocarías el techo;
y recordé ese instante, cuando tenía tu edad.
Me recordé poniéndole trampas a esos bribones que no me permitían abrazarlos;
el olor, ese olor inconfundible que realmente creo nunca he podido erradicar de mi nariz;
y me vi, presa del júbilo, de alegría
y ha entristecerme por haber crecido.
Te toca mantener la magia, te toca constatar que los reyes magos si existen.