Es cuestión de tiempo, de ángulos, de cuadratura y demás elementos para poder pretender capturar una buena imagen.

La actividad para muchos, es un poco estresante. Para mi, entre funcionarios, eventos y demás; me ha dado la oportunidad de crecer.

Llevo la herencia de mis ancestros en la sangre, sobre todo de él: mi abuelo, que me mostró la magia de la imagen.

Aun recuerdo, como a mis apenas 4 años, mi asombro no cabía en mi cuerpo; cuando con su mutis de Gioconda me hacía que le moviera a un papelito blanco en una bandejita de agua, y ahí aparecía la foto que nos había tomado a mí y a mis hermanos en los juegos infantiles.

Ahora, esa sensación la sigo conservando cuando logro una foto que me satisface.

Me motiva el congelar ese instante preciso, para poder mostrarlos a quienes se satisfacen de mi trabajo y sobre todo lo admiran.

El campo fue el último que lo vio respirar, lo invitó a disfrutar de sus verdes praderas; y ahí sentado a un lado de un maguey nos otorgó su más valioso legado: el arte de crear, de testimoniar y detener el paso del tiempo en magnánimas imágenes.

Soy parte de tu esencia: abuelo.