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(No es un cuento, te lo juro) D.R.México, 2006 ISBN: 968-5544-51-4


—No llevo ni un año de matrimonio y ya siento que no la soporto – me dijo Adrián, lacónico, así de sopetón, como si continuara con una conversación inconclusa.
— Pues… qué te puedo decir — balbucí con timidez.
Adrián miró a su alrededor como para asegurarse de que nadie más lo escuchara.
— Es que parece que disfruta atormentándome. Ella no era así —dio un sorbo a su café y tomó una servilleta con su mano temblorosa— Me vigila, Moisés, me vigila todo el tiempo… Quiere saberlo todo, controlarlo todo: Lo que pienso, lo que hago, lo que sueño… ¿Te lo puedes imaginar?
—Pues…— atiné a decir, pero Adrián me arrebató la palabra.
—Tiene celos de todo, y yo no lo comprendo, ¡si estoy bien garra! , ¡Mírame!... tiene celos de mis compañeras de trabajo a quienes ya ni les dirijo la palabra por miedo, ¿Entiendes? ¡Le tengo pavor!

Paulatinamente iba matizando el tono de su discurso, que se volvía más furioso. Una vena henchida saltaba en su frente como si fuera a estallar.
— Bueno, creo que llegar a tal punto ya no es normal…
— ¿Normal?, esa palabra no existe en mi casa, NADA ES NORMAL, ¿Cómo te explico?, a ver, te voy a poner un ejemplo … mira, ¡éste es una joya! – rió nervioso – Nada menos que la semana pasada vinimos de compras al centro y aquí por Juárez se me acercó una triste anciana indigente, EsCuCHa BIEn: TRISTEAN-CIA-NAIN-DI-GEN-TE, que extendió su mano pidiendo una caridad; y yo sin pensarlo mucho, saqué un billete de veinte pesos y se lo dí…
— ¿ Y ?
— ¡ERROr! ¡Qué CrEEs que me dijo?, me dijo “Si quieres dale toda la quincena , cabrón” — Noté que la voz de Adrián asumía un tono nasal horrible cada que citaba textualmente a su esposa. Incluso sus ojos brillaban de una manera distinta – “…ni delante de mí te detienes, si así eres de espléndido cuando andas conmigo, qué no harás cuando andas solo”, y yo me quede callado ¡CALLADO! mientras ella seguía con su perorata: “a ti cualquier vieja te mueve el tapete…si te vi cómo la miraste…”, al oír esto, Moisés, opté por soltar una carcajada y ¿Qué CrEEs?, me dijo que era un cínico y que mejor le fuera diciendo por qué tanta risa…¿Tu crees que le iba a explicar que la situación era tan absurda que no podía menos que reír?
Yo puse rostro de amigo preocupado y en tono solemne le pregunté cómo hacía para soportar todo eso, pero Adrián parecía ensimismado, no paraba de hablar.
—- No, Moisés, lo he intentado todo pero ella no me escucha, mira te voy a contar la tragedia de hoy, HOY precisamente... ¿ Tú sabes que es mi cumpleaños no?...
— Oh! pues, felicidades, y no, no sabía…
— GraCiasGraciasBueno, déjame explicarte: pues resulta que muy de mañana, llegó mi madre a la casa, me felicitó y me regaló un perfume. Mi mujer estaba dormida todavía. Bueno, pues luego que despedí discretamente a mi madre, pues sabrás que a Elisa le molesta que le interrumpan el sueño, cuando iba subiendo a la recámara me dijo: “De dónde vienes?” – otra vez el tonito -- Yo le expliqué todo, me dijo que QUÉ con el perfume y también se lo aclaré y ¿Sabes qué me dijo?, me dijo: “…pues una mamá regala calcetines o pasteles, los perfumes los regalan las güilas… no creas que me haces tonta Adrián, mejor dime la verdad… ¿con quién andas?”….Yo me puse furioso, Moisés, y me salí de la casa con estas fachas, mírame, estoy todo despeinado y en piyama ¿Cómo ves?... y ahora me da terror volver porque va a estar toda trabada…
— Pues me da pena por ti Adrián— le dije levantándome de mi sitio. Miré el reloj y entonces me di cuenta de que se me había hecho tarde escuchando penas ajenas. Le propuse invitarlo luego a desayunar o algo y cuando me estaba despidiendo, se me ocurrió estrechar su mano y darle un abrazo por lo de su cumpleaños, y por solidaridad, creo. Justo en ese momento un frasco de perfume se estrelló en la cabeza de Adrián y lo proyectó al piso. Ambos volteamos alrededor, desconcertados. En la entrada del café estaba Elisa furiosa gritando. “¡Abrácense más fuerte pinchis jotos!...¡Maricones!” Yo estaba espantado, así que tomé mi portafolio y salí huyendo del lugar. Abandoné a mi amigo. Lo dejé allí, todo reventado y manchado de sangre. Él me lanzó una mirada de perro triste que me hizo sentir como un desertor que abandona al camarada malherido…y por eso llegué tarde a la cita, mi cielo ¿Estás enojada?

JOSÉ MOISÉS AGUAYO ÁLVAREZ

Texto agregado el 11-01-2008, y leído por 246 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-09-2008 Me ha gustado hasta el título, felicidades. Un saludo de SOL-O-LUNA
22-03-2008 Jajajajaja!!! me hizo reir... muy bueno!!! 5* darknessgirl
07-02-2008 Bravo. Una explosión de sensaciones se perciben al leer este trabajo. Está muy bien escrito, la narración atrapa y las descripciones también. Te felicito. Claraluz
11-01-2008 !Madre mía, qué fiera! Muy buen cuento, sí señor. margarita-zamudio
 
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