Si me descuido por un segundo se me va. Si me doy vuelta a tomar agua, a comer, a usar el baño lo pierdo. En los momentos en que me olvido, en que no me concentro en no pensar lo siento escapándose de mis brazos. Con el tiempo desarrollo escamas duras y oscuras. Es como que se adapto al ambiente húmedo en el cual lo tengo. Digo húmedo porque las temperaturas son muy altas y me sigo rehusando a soltarlo. Me sorprende que no se haya muerto. Todo lo contrario, evoluciono, se adapto, de mala gana, a la situación. Comprendió después del primer año que verdaderamente no lo iba a soltar. La gente me miraba mal cuando caminaba por la calle con él en brazos. Ellos no logran comprendernos. El tampoco nos comprende mucho, ya no me habla, solo me mira y respira lentamente. Espera a que me descuide e intenta deslizarse fuera de mis brazos. Una vez se escapo. Rapto por los pisos lo más rápido q pudo pero lo agarre, y luego llore desesperada. Llore también cuando su piel comenzó a mutar. Me asuste un poco, pero comprendí que era necesario… Al fin y al cabo no puede desear otra vida. No es lindo obligarlo a amar mi prisión. Lo hermoso del abrazo perdió sentido en mi cuerpo cuando lo sujete con intenciones de quedármelo. Sin embargo a la noche cuando duermo el no intenta escapar, y ahí es cuando más me descuido. El no duerme, pero se mantiene a mi lado observándome. Aun dormida puedo escuchar su respiración.
Creo que fue al año y medio cuando se cayó su primera pierna. Me sorprendí mucho y más que nada me avergoncé porque iba caminando por la calle. Ahí fue cuando decidí que no podía salir más. Si él iba a seguir despedazándose en mi pecho era mejor ocultarme de los demás. No quería que me juzguen sin conocerme, sin saber cómo era la situación. No protestaste mucho. Ahí fue también la ultima vez q me hablaste, que me pediste que no te quite el sol. No sé si fue que perdiste la habilidad de comunicarte como cuando perdiste un brazo, o simplemente no me querías hablar más. Yo jamás te negué nada, te dije, y mucho menos el sol.
Ahora es un bodoque que me mira profundamente. Ya no es como antes, ahora me descuido con más frecuencia, ahora sin querer me encuentro divagando sobre él. Pero no intenta escapar tan agitadamente como antes, creo que ya está viejo. Por lo menos su nuevo cuerpo. Pareciera que no envejeció a la par de su cerebro y corazón. Sabe bien que le doy tantas oportunidades…ya prácticamente lo separo de mi piel y lo sostengo en el piso, vigilante esperando que tome carrera. Se va a tomar su tiempo, pero sé que va a encontrar el camino a casa. Además no es como que ahora, en su estado actual, pudiese dejarlo solo. Yo creo que lo comerían, que me comerían por torturadora. No entienden que lo hice sobre todo por miedo. Igual poco me importa ahora. Solo me concentro en tratar de descuidarme menos, porque si me descuido por un segundo se me va y después de tanto tiempo ¿como vivo yo sin mi bodoque adosado a mi pecho? Simplemente no lo hago.