En la vida te vas encontrando con personas que te acompañan. A ellos les llamamos amigos, compañeros, compadres. Sentimos que solo estando con ellos podemos ser felices, vivimos a veces experiencias que unos unen, colegio, calle, mili, universidad, trabajos basura o proyectos interesantes. A veces esto mismo nos llega a pasar con nuestros amantes.

Pero con el paso de los años a los amigos y a los amante los vas perdiendo, se van quedando en la cuneta, en la hoja de un libro, en la dirección o número de teléfonos de una vieja agenda. El momento que se vivió con ellos fue apasionante, pero el paso del tiempo acabó por no dejar en nosotros ni la huella del agua.

Sin embargo eso no pasa con todos esos amigos o amantes. Algunos nos dejaron caricias maravillosas que se trocaron en cicatrices…cicatrices que no duelen, bueno quizás si duelan la de los amigos que se fueron y perdieron de una manera irremediable, aquellos cuyo teléfono apuntado en la vieja agenda ya no podrán ser descolgados.

Esas caricias o esas cicatrices son marcas imborrables en nuestra piel y en nuestra alma. Son uno de las mejores regalos que te puede ofrecer la vida, tener a esas personas, amantes o amigos, con los que no hace falta verse todos los días, sino saber que están, y no necesariamente para los malos momentos,…sino también y especialmente para los buenos, para poderlos compartir con ellos.

Tú, Milady, eres una de esas amantes y/o amigas. Gracias por formar parte de mi vida, gracias por dejarme compartir un poco de la tuya.