Empezaré con una frase de Confucio, filósofo teórico social y fundador de un sistema ético, que ha llegado hasta nuestros días: “Las palabras en sí mismas son inocuas, pero sus consecuencias pueden ser funestas si son despectivas”.
El título de este artículo es el título de mi vida desde hace 10 largos años. Pero no voy a hablar de mí, os hablaré de la enfermedad y de la sociedad. Definir esta enfermedad resulta difícil ya que no existe unanimidad entre los entendidos a cerca de ello. La Fibromialgia se caracteriza por la presencia de un intenso dolor generalizado, de una fatiga que no mejora con el reposo, insomnio y sueño no reparador, síndrome de intestino irritable, depresión y otros síntomas igualmente desagradables.
Un aspecto muy frustrante de esta enfermedad es que no existe prueba alguna que demuestre el mal funcionamiento del organismo. Se ignora cuál es la causa de la enfermedad, lo que dificulta diagnosticar el trastorno a tratar. Actualmente se llevan a cabo distintos tratamientos, pero ninguno de ellos es completamente satisfactorio.
No hace mucho tiempo que la sociedad española está pendiente de esta enfermedad, pero ya ha habido quien ha sabido aprovecharla para hacer negocio. Los enfermos, en su desesperación, somos capaces de todo y prueba de ello es que la mayoría de nosotros hemos pasado por todo tipo de pruebas, unas voluntarias y otras no tanto, para conseguir que alguien no diera una solución agradable a nuestros oídos y a nuestro corazón. Curanderos charlatanes, médicos desagradables, falsos medicamentos anunciados en Internet, placebos naturales, masajes, todo con un costo elevado y sin ningún resultado satisfactorio.
“Las penas y privaciones agudizan la inteligencia y fortalecen la prudencia”, decía Confucio. Y es así, el enfermo de Fibromialgia es muy reacio, ahora, a tratamientos nuevos, a promesas que no garantizan nada. El sufrimiento del dolor crónico y la privación de nuestro ser en su total funcionamiento hace que seamos prudentes. Esto no quiere decir que no aceptemos tratamiento porque sí lo hacemos, pero de los especialistas que estudian la enfermedad día a día. Y este es el caso de la unidad de reumatología y psiquiatría del hospital de Guadalajara, el cual está poniendo un especial interés en nosotros. Y así nos sentimos atendidos, no curados, pero si queridos.
Una segunda frustración para el enfermo de Fibromialgia es su buen aspecto físico. No nos dejan disfrutar de estar guapos y hermosos. Parece que el aspecto lo dice todo de nosotros. ”Que bien te veo” o “Que buen aspecto tienes, nadie diría que estás enfermo”, son las cortesías más comunes de los que, por ignorancia, nos dirigen su saludo acompañado de una sonrisa fría, cuando no de una mirada ausente. El dolor no se ve, se siente en el cuerpo y se sufre en el alma. Y ese sufrimiento sólo lo ve quién quiere verlo. La incomprensión de tus semejantes, las palabras hirientes, el abandono sentimental y la negación de lo evidente hacen que seamos personas asiladas y menos comunicativas. Y eso va en contra de nuestra naturaleza porque si hay algo que nos caracteriza es la actividad y la entrega a los demás.
“La cortesía que debe presidir nuestras actuaciones cotidianas se fundamenta principalmente en el respeto y comprensión hacia todos”, otra ver Confucio.
Con estas palabras es mi intención llamar la atención de aquél que no está enfermo, pero que sí conoce a alguien que lo está. Espero que la lectura de las mismas le haga más sabio y más comprensivo frente a ésta o cualquier otra enfermedad.
Y para terminar como empecé, mencionaré una vez más a Confucio que con su sabiduría y prudencia ha sabido traspasar las fronteras del tiempo para mejora del pensamiento.
“Las mejores palabras son aquellas que encierran un profundo significado y, al mismo tiempo, resultan comprensibles para todo el mundo
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