No es el tiempo el que pasa: soy yo. Y por más que busque calumniar y encontrar culpables, solamente se me irá la vida en ello pues ¿qué es la vida? ¿Le llamamos así al lapso de estar vivos? ¿De estar muriendo? O acaso es encontrarle profunda belleza al caer del sol para renovarse día con día. Le inventamos y con él medimos; y ahora los hombres se han vuelto esclavos incondicionales, atados de por vida a la correa que sujeta la muñeca y estremece la piel con su "tic tac". Nos recuerda a cada momento que somos vulnerables, como una hoja que danza a la voluntad del viento, como un sonrojamiento ante La Chica, como la fragilidad de la vida misma: pero nunca como el tiempo. Como él jamás.
Es por eso que hoy que llegas con tu "feliz aniversario" y tus paquetes de sonrisas y planes, no puedo menos que maldecir entre dientes al tiempo, a mi memoria que envejece como todo yo o quizás a la nula importancia que le doy a estos sucesos fútiles, banales, olvidables. Habrás salido enfurecida conmigo otra vez, mientras yo volvía al sueño. Bajaste por las escaleras del edificio haciendo más ruido del usual, y luego te perdiste. Yo abrí los ojos un par de horas después y recordé el numerito entre bostezos, ¿por qué no puedes aceptar que el tiempo nos ganó la carrera hace años? Te gusta llevar la cuenta de los días, de las horas. Pero yo voy en contracorriente, nunca lograrás atrapar todo el instante con tu cámara digital. Porque abajo queda el solo de Hendrix, omitido groseramente. Y por más que tu artefacto diga que fue un ocho del doce a las tres menos cuarto, yo sé que fue todo lo contrario. Yo sé que fue un tres menos cuarto del ocho, a las doce. Porque detrás sonaban las campanas, como un solo de Hendrix. Pero quedó excluido por tu tecnología de las cavernas.
Por eso siempre será mejor entregarnos, decidir a conciencia gritar nuestro crimen y pagar por él. Y no sanarán las heridas hechas por momentos olvidados. Por veces que olvidé pedir perdón, o que todo se salió de nuestras manos. El tiempo no cura, solamente nos pone en perspectiva lo diminuto que somos, lo inútil que es recordar un día teniendo tantos por delante. Y volverás a subir las escaleras, apurada. Yo estaré escribiéndote la canción que nunca quisiste escuchar, y al vernos nos sonrojaremos, como hace años hoy mismo. Y todo volverá a ser nuevo, con aires gastados y antaños. Tus labios temblarán al contacto con los mios, y yo no sabré dónde poner mis manos. No necesitaremos un feliz aniversario, ni planes que conmemoren a pompa y boato el encuentro de dos diminutos corazones en la inmensidad del tiempo. Bastará con sabernos juntos en este rinconcito del universo. Desde hace no sé cuantos años y para siempre. Con el tiempo de testigo. |