No hay ecos en el silencio
de la voces moribundas
que clamaban por justicia.
El palpitar de los himnos
que fraguaron libertades
retumban en el vacío
de las hipocresías.
Tragicomedia individual,
del hombre, marioneta
hilvanada por carencias
y rosarios de dolor.
Las piedras del mundo
han atascado esperanzas,
y el trigo del amor ya no nutre
el desamparo de su alma;
en la siega lo extinguió el fuego
de la egolatría humana.
Y cual ese castillo de arena,
que construyeron sus manos
en playas imaginarias,
el hombre cae derrumbado
por sus trágicas miserias
y el soplo del desaliento.
Texto agregado el 09-01-2008, y leído por 199
visitantes. (2 votos)