Donde llano se ofrece a la vista el horizonte,
irrumpe en la línea y se yergue la silueta en la que el sueño se envolvió
una noche vacía de ti.
Tiene la vista el engaño del sentimiento.
Y el oído, en el interior de una cabeza,
solo escucha tu nombre
como tañer de campanas en un domingo sufrido por
el olvido.

Invoco fantasmas y solo me responden tristes promesas
de una ilusión que se sabe inmortal y equivocada.
Flota el aroma de un recuerdo que conmueve y me convierte
en fiera atrapada por su depredador que llorando devora
mis sueños.

He de conferir al destino mi suerte y a la suerte
mi destino. El arquitecto duerme y sueña en construir
destinos.

Trevynski