Serian alrededor de las tres de la tarde, y no había nada especial ese viernes, otro viernes mas de los que prometen cosas inigualables_ según la radio.
Tenia miles de motivos para estar contento, empezando por el vino que pague mas barato de lo que en realidad costaba, pero, como siempre me pasa, algo cambió la realidad.
Tic tac, tic tac, el reloj sonaba fuerte, y el péndulo era un tipo de 30 años mas o menos.
Estaba colgado de un árbol, la soga al cuello, no tenia mirada, se había muerto, con la cara de los ahorcados por amor...
¿ Amor a que? Nunca entendí el suicidio, y menos de gente joven, pero era agradable mirarlo, la muerte le había dejado marcada una increíble sensación de paz.
Miré, analicé, observé, lloré por él y llegué a la conclusión que pocas cosas justifican sacarse la vida, él no tenia motivos. Él era yo.
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