Qué valor le otorgan ustedes a un dibujo que al cumplir los dieciocho años debemos tener listo para plasmarlo en una especie de señal de compromiso en convertirnos en ciudadanos y ciudadanas de bien (entiéndase dentro de un contexto altamente subjetivo y que cada quien saque sus conclusiones).
Dichosa firma… en buenos líos nos puede meter si no nos fijamos dónde la ponemos.
Su importancia radica en menesteres legales, pero qué hay de aquellos contratos o “pactos” que no la requieren(que resulta mucho más interesante para discutir, porque en materia jurídica, casi todo esta dicho y ya muy pocas cosas me sorprenden), aquellos nexos que nacen de una mirada, de un roce, de un sonido, de una fragancia…de esa “señal” que esperamos tanto en la vida (Porque se supone que estamos atentos a descubrirla, aunque no en todos los casos, aunque parezca que todos y todas la anhelamos). Aquella que nos indica que ha llegado el momento de despegar los pies del suelo y volar en compañía de alguien un poco o un rato (si, porque la cantidad depende de cada uno y porque nada es para siempre, solo Dios)…
Ese vínculo que no tiene masa, ni peso y parece no ocupar ningún lugar en el espacio (entiéndase que no es materia, al menos eso creo hasta ahora). Es esa relación subjetivísima (creo que acabo de inventarme esa palabra) entre dos cuerpos (en un primer momento); entre dos almas (en segundo) que hacen contacto al parecer con solo dos objetivos: amarse o dañarse (quiero pensar y lo deseo con todas mis fuerzas, lo que incluye ojos cerrados y apretados, que entre esos dos el general sea amarse y el específico el dañarse y que además este sea involuntario. Bueno, talvez en un mundo perfecto).
Una alianza que no se firma. Lo que nos une de dos en dos (lamentablemente, algunas veces de tres, cuatro, cinco y hasta más si se tiene el tiempo, el dinero y la desfachatez).
La unión que permite mantener poblado a este azul planeta. La misma que nos quita el sueño, nos da sueño, hace reír, hace llorar, a veces hasta pensar (aunque esto no sea un común determinador).
No hay quien se salve de formar parte de esta especie de “pacto”. No existe ni existirá en este planeta (no sé realmente, ni me interesa por el momento si los extraterrestres se enamoran) que se proclame exento de desnudar el alma, ni de entregarla (y no estoy refiriéndome a situaciones sexuales, al menos no explícitas) en nombre de ese “sentimiento”; el que mueve al mundo (supuestamente, no se quien se inventó eso…pero prometo averiguarlo porque le quedó bonito el juego de palabras) Ese que incluye tantos aspectos más ( y eso depende de cada quien y como cada cabeza es un mundo, imaginen la posibilidad de combinaciones) como: paciencia, solidaridad, humildad, amabilidad, positivismo, sonrisas amplias y hermosas (sin tomar en cuenta el factor posición y salud de las piezas dentales, en serio), ojos brillantes, buen sentido del humor (casi todo nos da risa, es increíble…), repentino ataque de plebeyos (rendimos honor a “princesas”, “príncipes”, “reyes” y “reinas”) sensación de pertenencia (todo lo que tengo es tuyo, tienes la llave de mi alma o corazón en su defecto, soy tuyo o tuya...) fijación por los objetos de cualquier tamaño, que hacen alusión ya sea a animales o cual artículo o criatura de la creación divina o humana (que al final viene siendo lo mismo, porque el ingenio terrícola viene de él también) que tenga color pastel (según “modas recientes”), blanco o el históricamente reconocido como el color emblema, el ROJO. La lista podría seguir, pero el tiempo apremia (ya casi son las 3:30 pm) de manera que quedará hasta aquí, pero “podría” tener continuación.
Aunque también es posible mencionar aspectos no tan agradables como esas mariposas en el área abdominal que no se a quien se le ocurrió decir que era una sensación placentera, manos sudosas, sudor helado en la frente (o en el mostacho como en mi caso), tartamudeo, disminuye la capacidad para expresar lo que realmente sentimos y por más que lo intentamos, siempre quedamos debiendo, relegar los intereses y ambiciones propias (que cuando no se combinan con las del otro individuo, el resultado es negativo, por lo general, solo para uno de los dos, aja, el que los relegó) las infaltables lágrimas (de las más amargas), ataques de pánico, suicidios (en los casos más extremos) y así puedo seguir mencionando cosas feas que ni vienen al caso, no vale pena perder el tiempo enumerándolas, enfoquémonos en la lista anterior (POR FAVOR), sigamos con lo constructivo.
En fin, esos pactos sin firmar son la sal de la vida, unos resultan bien y otros no tanto, pero todos queremos tener al menos uno en nuestro paso por este mundo, que lejos de ser un valle de lágrimas como lo asegura la “iglesia”, es una cantidad infinita de opciones para pasarla bien y exprimir cada segundo.
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