Una orfebre olvido quien era,
y dejo su junta tirada,
ni el oro le importaba,
ni nada;
sus ansias de partir,
quemaban como un fuego.
Orfebrería! que porquería,
basura que nadie quiere comprar.
El mármol frío
dibujo su rostro
en la veteada superficie:
Sentí la guadaña
de la cola de mi gata,
e irrumpió la noche por la ventana,
pensaba que alguna vez pensé,
que la orfebrería es lo mas.
Y ahora sacada de mi,
la mirada opulenta voltea su interés.
Es decir, cambie la onda.
Considero que
ahora si que estoy bien aplomada,
el olvido sirvió
para volver a ser la que fui:
una mujer que respira el aire
y piensa en ello,
no que esta torturada
todo el tiempo forjando en vano.
!Que vuelva a la orfebrería, me dicen,
faquiu man.
Si tengo que inventar algo nuevo nuevo
eso sera una carta,
una misiva pidiendo disculpa a los orfebres.
Recién despues recién, marchare,
saliendo por la puerta trasera,
que de seguro tendrá a su frente,
el paisaje de mi nuevo camino.
Esto no es una carta de despedida,
es un divorcio
de la tarea de orfebre,
quizás pueda dar futuros consejos
no digo que no.
Me siento astiada, no se si estará bien dicho.
No quiero hablar del tema,
prefiero limitarme a despedirme,
y decir que
si en algún momento me zarpe
hablando mal del oficio
fue por calentura,
bronca, frustracion,
tal vez, justo ahora,
los productos nacionales
eleven el status del orfebre,
pero a mi no me agarran mas
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