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“La manifestación de los santos”

“Ese hombre eres tú”
2 Samuel 12,7


Nunca entendí el culto a los santos; personas a las cuales, por su vida ejemplar y una vez muertos, se les da el derecho de hacer milagros (curiosamente, ese poder se lo otorgan personas que no lo son), pequeñas divinidades que parecen dominar una ínfima parte de la naturaleza a las que se les reza o encienden velas en mínimos altares, a veces en las casas, como si fueran los viejos lares romanos y se les dedican estatuas, capillas e iglesias. De seguir así reemplazaran al Dios Todopoderoso de La Biblia y una parte del mundo occidental volverá al viejo politeísmo que parece extrañar.

Hará poco más de un mes, vi a mi esposa encender una alta vela blanca junto a una humilde estampita. Interiormente me reí (como la Sara bíblica), pero no dije nada y me quedé pensando en lo que le estaría pidiendo a esa divinidad que se había instalado en mi propia casa. Desde ese día, todas las tardes le encendía una vela con tanta devoción y amor que opté por no decirle nada ni preguntarle qué era lo que le pedía, pero la duda me perseguía y muchas noches no me dejó dormir. ¿Estaría enferma? ¿Habría cometido algún pecado inconfesable? El tema me preocupaba porque, aunque no soy excesivamente católico, tampoco un pecador empedernido.
Un par de sábados atrás encendió la vela antes de irse a la peluquería y como yo debía salir por un par de horas, la apagué. No lo hice por faltarle el respeto, sino por precaución; me pareció peligroso dejar un fuego encendido mientras no hubiera nadie en la casa. Al volver la encendí nuevamente pensando más en mi mujer que en el santo. Al llegar, miró la vela de una forma extraña pero como nada dijo, nada dije yo. A partir de ese momento se mostró muy alegre y ansiosa y, lo que más me llamó la atención, notoriamente fogosa en la cama durante la noche.

Ayer llegó un poco más tarde de su trabajo y me dijo, con lágrimas de felicidad en sus hermosos ojos claros, que estaba embarazada. Le pregunté si estaba segura porque ambos teníamos problemas de esterilidad y a ella se le había retirado el período hacía unos meses. Me respondió con total seguridad que si, que se había realizado los estudios y todos daban positivo, dentro de nueve meses cumpliríamos nuestro sueño imposible de ser padres. También me explicó que hacía más de un mes que se lo pedía al santo y que éste había manifestado su aprobación prolongando la duración de una vela.

Aún hoy, con mi hijo en brazos, sigo sin comprender el culto a los santos; quien lo es, quien deja de serlo y porqué.

Texto agregado el 08-01-2008, y leído por 411 visitantes. (22 votos)


Lectores Opinan
15-04-2008 Un texto maravilloso. holaquetal
22-02-2008 Corto y al pie. Bueno, si breve, dos veces bueno. Muy buen relato, intrigante por momentos y con un final aún más. Ex-ce-len-te. lobodebarro
12-02-2008 Recurrir al milagro sobrenatural cuando tenemos delante el "natural" de todos los días es padecer de ceguera. azulada
12-02-2008 Más que los poderes "sobrenaturales" que rigen la tierra, está el gran poder de un corazón ferviente que cree con todas sus fuerzas en que las cosas podrán suceder. Al igual que usted, sigo sin comprender el culto a los santos...Mis 5* y un abrazo a usted, querido padre, en señal de despedida. Martin_Quincampoix
11-02-2008 Todo ayuda, la necesidad de creer a veces es muy fuerte, y eso está claro... Un beso, Laura. MariaL
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