Una palabra sale de mi vientre mintiendo mas que ladra, una palabra que apesta a polvo, te hace estornudar y sentir vergüenza porque te escupe la verdad de tu miseria.
¡No huyas porque ya no tienes piernas!, me las comí en la cena improvisada del fin de semana. No me gustaron, sabían a nada, pero el hambre es mas lista que la cultura. Me previene de tus ataques y me recubre de pvc brillante, rojo, limpio, indestructible, nuevo, caro, agresivo, provocador, maltratador, futurista. Plástico y más plástico para adornar mi vida de salud blanca artificial pero bonita a rabiar. Vendible, admirable, envidiable, deseable, amable del verbo amar. Siempre me decías eso, que era amable del verbo amar y yo no entendía por qué no me amabas, por que te caía mal, porque me envidiabas, por que me pisabas las manos todas las mañanas, todas las noche, todos los días.
Recuerdo como con los ojos me atabas a la cama y jugabas a los poderes. Siempre querías estar encima de mi, pero cuando mis cuerpo te saludaba, a pesar de tu desprecio, siempre era yo la ganadora. Tu fuerza, tu olor, mi olor, mi poder…. Horas y horas y horas y horas…. Todo por un perfume de glándula que clavó un mosquetón en mi pecho y que mis torpes dedos no sabían desprender.
Nunca tuve mejor maestro, nunca tendré más, no quiero aprender más, me quedó aquí, en esta loseta, plantada mirando mi título colgado en el aire de mártir de la tarta de queso con mermelada roja sangre. Estoy orgullosa pero agotada, no quiero saber mas, de verdad que no.
La felicidad, cerrar los ojos y ver el sol tras los parpados, hacer doblete y verme sonreír mientras mis pestañas se arrugan por el calor. Mi piel cruje, mis lagrimas chillan como locas en la montaña rusa, ¡que fiesta me hacen cuando las dejo salir! Yo las quiero porque son mías, mis hijitas bocazas que no saben estar calladas.
¿Jugamos al teléfono? Tú me das una hostia y yo se la doy a mi perro. Tu me gritas al oído y yo le enseño los dientes. Tu me humillas y yo me ducho con estropajo.
Las bofetadas no se pierden en el tiempo, no mueren cuando acaba su sonido, siguen palpitando de cara en cara, de mano en mano, buscando nuevos dueños, nuevos hogares y siempre viajan en círculo como los boomerang.
Ja! ¿Piensas que es consuelo de tontos? No digas que no te lo advertí cuando notes el escozor en tu cara. Eres libre de no creerme. Yo soy libre de reír hasta herniarme.
Nadie repara en las manchas de las aceras. Nadie quiere escuchar lo que dicen las ventanas. Nadie mira los s.o.s que van por la calle vestidos de redondo marrón, negro, azul, verde, pardo, con su ¡plas, plas, plas! de parpado caído.
Yo y mi burbuja vamos felizmente flotando en el mundo de nunca jamás.
No me mires nunca jamás
No me hables nunca jamás
No lo intentes nunca jamás
No podrás nunca jamás |