Entré a esta página en el año 2003 y mi objetivo principal fue publicar mis escritos y la posibilidad de franquearme la amistad de un reducido grupo de personas, ya que el espíritu gregario no ha sido nunca mi principal característica. Conocí, por supuesto, algunas buenas personas, con las que congenié y con las cuales establecí un vínculo de amistad unidimensional que nos la proporciona este medio tecnológico.
Bajo esta premisa, y un poco jugando, un día cualquiera, le comenté cierto cuento a Anémona y ella, me respondió con un comentario que daba a entender que era una persona de mucho humor. Esto fue el inicio para que comenzáramos a jugar con nuestros textos, que compitiéramos con diversas temáticas y nos riéramos de nosotros mismos. Teníamos claro que no éramos doctos escritores, que acá no encontraríamos la fama y que si manteníamos este espíritu lúdico, podríamos transformarnos en un par de especiales amigos. Algo que permitió que esta relación de colegas de una misma afición perdurara, fue que siempre existió el respeto mutuo. Yo no intenté cautivarla ni transformarme en su Romeo, ni ella trató de conquistarme con sus artes femeninas. Y así, nos conocimos personalmente, participamos en alguna que otra actividad y siempre nos respetamos, como los amigos que éramos.
Así hasta hoy, ella en Puerto Montt, yo, no sé donde, ya que mi vida la vivo con un pie en alguna parte y el otro en la fantasía. Y de esa fantasía bajo algunas palabras y el deseo implícito que esta amiga, ahora un poco lejana físicamente, pero ni un milímetro más lejos de esta página, haya sido muy feliz ayer, en su día, y le deseo todas las felicidades que están a la mano para ser conseguidas y también las que no son palpables y que sólo se construyen con el empeño y con el corazón en ristre.
Hoy y siempre, Anémona, a veces distante, a veces aquí, cuchicheándome al oído, a veces riéndonos y en otras ocasiones, poniéndonos serios, pase lo que pase, estará sobre nosotros flameando el pabellón de la amistad que nosotros mismos diseñamos, a la medida de nuestras quimeras...
|