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Inicio / Cuenteros Locales / onanista_por_palabras / Cuestión de cojones

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A los treinta, todos los amigos de Tomás Céspedes se habían echado novia, y decidió que no era un mal momento para volver a los ruedos. Total, la otra opción era opositar.
En realidad Tomás no se hizo torero por vocación, sino por cojones. Ser hijo de Cipriano Céspedes Bienvenida, el gran matador, nunca fue fácil, y desde que éste empezó aleccionar a su hijo en el mundo toro, le enseño que allí las cosas funcionaban con un buen par. Tomás aún recuerda cuando teniendo doce años pusieron codornices escabechadas por primera vez en su casa, y al servirle en el plato no pudo retener la curiosidad y los preguntas empezaron a inundar su cabeza. Siempre le solía ocurrir delante de un saltamontes, de una lagartija, de cualquier bicho o cosa que le llamase la atención; le daba por pensar que una cucaracha había estado en la cocina de su casa y en la de Sartre o Camus, la arquitectura de un hormiguero era tan similar como una ciudad, y cómo un cerdo podía ser tan parecido a un hombre menos en un gen, y ese gen en algunas personas ¿Lo tendrían más o menos parecido? En fin, todo eran preguntas para la cabeza inquieta de Tomás Céspedes. Y ante la codorniz recién servida, los interrogantes fluían mientras le daba vueltas y le estiraba de un ala o del muslo, hasta que conseguía sacar de quicio a su padre:
- ¡Te quieres comer la puñetera codorniz!.
- Me da pena el pajarito.
La codorniz se levantó unos centímetros del plato cuando su padre pegó una ostia sobre la mesa.
- ¡Este niño es marica! ¡Pues por mis cojones que te vas a comer tres!
Tomás Céspedes estuvo repitiendo escabeche varias horas, pero lo peor era la evidencia de que era más fácil estar en contra de uno mismo que de su padre. Iba a ser torero por cojones.
Ser algo sin vocación es cuestión de entrenamiento y sacrificio, y cuando la amenaza de una colleja es constante, uno se esfuerza más. La dificultad está en reprimir los verdaderos deseos y Tomás Céspedes intento ocultar a su padre todas las preguntas que se hacía a diario y que le iban convirtiendo sin querer en una imagen bastante alejada de la que su padre deseaba. Cómo podía tener un hijo tan imbécil se preguntaba a diario Cipriano, y Tomás, ante la mirada inquisitiva de su padre, se sentía cada día más imbécil. Tan sólo conseguía huir de su vigilancia cuando acompañaba a las reses a la pradera. Y de prolongar esas fugas, y de tanto observar el ganado y su comportamiento, de tanta curiosidad e información que adquirió, consiguió desarrollar una teoría sobre herbívoros prehistóricos que le sorprendió a si mismo y que llamó: “Micología, la extinción de los dinosaurios”. Su entusiasmo por aquel descubrimiento no pudo evitar mostrársela a su familia una tarde de otoño, con ilustraciones en Power Point incluidas. Años más tarde, un científico ganó el príncipe de Asturias con una teoría muy similar. La diferencia es que aquel científico la expuso en un foro de paleontólogos celebrado en Barcelona y Tomás Céspedes en el cortijo “la serranilla”. Aquella exposición le costó a Tomás la exclamación ¡¡¡Definitivamente es gilipollas!!! por parte de su padre y el silencio del resto de la familia, dando como válida la exclamación del padre.
La familia de Tomás aceptó que era un imbécil integral, permitiendo que siguiese con sus absurdos estudios naturales, mientras no abandonase sus
obligaciones con la tauromaquia. Tras unos cuanto ensayos más de sus observaciones naturales como: “La agorafobia del topo”, “Las hormigas y sus xenofobias” y “El caracol, un excéntrico” pasó su tiempo como novillero casi sin pena ni gloria y llegó día de la alternativa de Tomas Céspedes. El día por el que Cipriano Céspedes tanto había luchado, resultó ser su gran trauma. Tomás, para sorpresa de todos, cortó cuatro orejas saliendo por la puerta grande de la Maestranza y en varias informaciones taurinas apareció como la renovación generacional que hacía tanto tiempo necesitaba el mundo del toro.
Aprovechando la depresión en la que cayó Cipriano Céspedes, Tomás dejó los toros al año siguiente de su alternativa y se puso a estudiar magisterio, su gran anhelo.

Texto agregado el 07-01-2008, y leído por 465 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
08-02-2008 Lo bueno del caso, es el primer párrafo del que me apercibí cuando volví a releer. Bien podría ser el último. justine
08-02-2008 muy bien escrito, una realidad dura llevada con bastante humor y un cinismo fino. justine
31-01-2008 que cojones! Nocturna
24-01-2008 La tauromaquia trae muchos entresijos, casi siempre generaciondes de familias alrededor de los toros, me gusta tu cuento ( diría que es pura realidad), saludos.. verdequetequieroverde
18-01-2008 Es la primera vez que te leo pero no será la última tengo un rosario de títulos por descubrir.Me ha gustado tu prosa sin aspavientos retratando en un cuento esa especie de frustración que con tanta asiduidad trasladan los padres a los hijos. Un saludo desde la Axarquía malagueña ondina
17-01-2008 Lo cuentas con mucha imaginacion, aunque el caso describa una realidad frecuente. clepsidra
15-01-2008 Vocaciones torcidas por caprichos paternos... Al final Tomás se libera, felizmente, pero quedará marcado. Muy bueno, lo he disfrutado. Un abrazote y estrellas... neus_de_juan
09-01-2008 Me encanta el tema, toros y hombres. Lo cuentas genial. sophie
08-01-2008 Es curioso como se abre paso la vida ante tanta testosterona. Para no ser demasiado original, te diré que es un cuento cojonudo, con un par, que mola un huevo, vaya. Felicidades y 5 estrellas. jau
 
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