Piel de laca
No se apaga el grito en la garganta blanca.
Atrás, un verde inquieto se desmaya
y danza, una melódica espesura inmóvil
de árboles gitanos y de estancias.
Y canta la tarde que nos envuelve innata
en savia inmóvil de ramas como alas
que me iluminan el cráneo hasta la cima escasa,
cuando nos pintan el paisaje tras espalda.
Abajo, a nuestros pies, la roca,
como una escarcha puntiaguda de tornados,
a la alfombra de tus huesos que se doblan
y profesan la humedad a mis entrañas.
Y tú, que tienes ojos de cristal adormecido,
que tienes manos como arcilla desbordada,
te desnudas las espaldas a los ojos
si resbalas de mis piernas hechas yeso
a la torre humedecida de mis ansias.
Mientras yo, pobre inmortal hecho de barro,
imagen cérea, blanquecina, anquilosada,
me derrito en los adentros incorpóreos
si traspaso de la piedra y llego al alma.
Cuando lucho contra el monstruo que nos cubre
como intruso impertinente/piel de laca
que me envuelve hasta la dermis con su risa,
mientras yo, disparo vida/leche amarga,
y se derrama en ti mi luz,
tu boca/estatua.
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